En una carta para la revista de la diócesis de Ourense, el obispo, Leonardo Lemos, se pronuncia así sobre la recientemente aprobada ley de la eutanasia: “Si recurrimos al significado de esta palabra griega, significa “buena muerte”. La auténtica eutanasia o buena muerte debería ser la que permita al enfermo morir dignamente, aliviando su dolor, su angustia, su soledad, contando para ello no solo con la ayuda del personal sanitario, sino también con su familia, sus amigos, con el sacerdote”, introduce. “La eutanasia no debe ser un suicidio asistido bien directa o indirectamente, ni mucho menos un modo de liberar a la sociedad de personas “molestas” o “inservibles” y “costosas”, ni tampoco una forma indirecta de evitarle al Estado el gasto en cuidados paliativos y en asistencia domiciliaria. Esta última sí sería una actividad social que nos indicaría el grado de auténtico progreso de unas leyes y de toda una sociedad”. Lemos sostiene que “todo aquello que va en contra de la vida, aunque sean leyes de progreso, es un fracaso de toda la sociedad, porque la vida siempre es un don, en cambio, la eutanasia es un fracaso”.