"Aquí han venido muchos historiadores, muchos doctores que me fueron explicando esto, y así es como aprendí nuestra historia”

En la penumbra que apenas rasgan los rayos del sol cuando cruzan la celosía, en el ambiente húmedo y frío de la iglesia más antigua de Galicia, la historia dicta y María Isabel Alonso González (Portoquintela, Bande, 60 años) habla como un libro abierto. Su sabiduría nace del aprendizaje cotidiano. “Hice primeros auxilios, después tuve que cuidar a mis padres; yo no soy una persona estudiada en arte, no tenía conocimientos previos. Pero aquí han venido muchos historiadores, muchos doctores que me fueron explicando esto, y así es como aprendí nuestra historia”. Desde hace más de veinte años, la limpiadora y conservadora de esta iglesia cuyo origen se remonta al siglo VII, la persona que abre y acompaña a los visitantes que llegan a Santa Comba de Bande para conocer uno de los templos más antiguos de España, una joya del arte prerrománico en Europa, es una vecina sexagenaria de una aldea orillada por el embalse das Conchas.

María Isabel Alonso muestra y explica los frescos del templo a los periodistas BRAIS LORENZO

“La gente del pueblo siempre arropó esta iglesia, se sostuvo gracias al pueblo; las llaves fueron pasando de las manos de unos a otros”

“La gente del pueblo siempre arropó esta iglesia, se sostuvo gracias al pueblo; las llaves fueron pasando de las manos de unos a otros”, introduce. Ya no es lugar habitual de misa pero aún acoge culto y celebraciones, como bodas, bautizos u homenajes. “Sigue siendo querida”. Mantenerla abierta y cuidada da trabajo, sobre todo antes de la pandemia. “Este año, por el COVID, se ha notado mucho bajón de turistas, sobre todo de los europeos. Antes podían venir 12.000 o 13.000 visitantes. Venían de países como Italia, Estados Unidos, Alemania...” A todas las personas que descubren el lugar las atiende Marisel, que es como la conocen en Santa Comba. Es un trabajo desinteresado, sin remuneración alguna. “El que quiera deja un donativo, que se utiliza para el mantenimiento de la iglesia; y el que no, no. Nunca he tenido guerra con nadie por eso”, dice.

“Entro y siento un escalofrío; cuando vengo me acuerdo de mis antepasados”

“Desde que a finales del siglo XIX se diera a conocer por los estudiosos gallegos, Santa Comba ha sido considerada como el referente más seguro y paradigmático de la arquitectura altomedieval, de época visigoda. Esta teoría, clásica y oficialista, como un edificio prototipo del arte hispano-visigodo, se ha visto enriquecida con nuevas visiones que han roto con la concepción del monumento como una iglesia unitaria, señalando sobre este sustrato visigodo nuevas etapas constructivas que llevan a su reconstrucción a finales del siglo IX o comienzos del X, con paralelos en la arquitectura asturiana y mozárabe. Estas reformulaciones de la teoría clásica aportadas por la historiografía más reciente no restan importancia ni validez patrimonial a Santa Comba como uno de los monumentos más interesantes del arte prerrománico a nivel europeo, sino que ayudan a encuadrarlo en su evolución histórica, reflejando la complejidad y dificultad de su interpretación, que en absoluto está cerrada”, explica Yolanda Barriocanal, historiadora del arte y profesora en el campus de Ourense.

El entorno de la iglesia de Santa Comba de Bande, cuyo exterior cuida Antonio, el marido BRAIS LORENZO

A menos de dos kilómetros se encuentra el campamento romano Aquis Querquennis. “Una de las particularidades de esta iglesia es precisamente la presencia en ella de elementos que responden a tiempos, espacios y culturas diferentes, donde la huella romana tiene un gran peso. Aunque hoy veamos el edificio descontextualizado, su construcción se situaba en los aledaños de la Vía Nova y del campamento y mansión viaria de Aquis Querquennis. De hecho, además del uso de “opus signinun” en el pavimento del ábside, de la presencia de aras y relieves romanos, se constata la reutilización de sillares en su paramento, así como de fustes y capiteles de las columnas del arco triunfal que se quieren hacer proceder de este cercano yacimiento”.

“Las administraciones podían colaborar y ayudar un poco más porque esta es una joya que tenemos aquí”

La iluminación es deficiente, la humedad se extiende por el templo, declarado monumento nacional hace un siglo. Es como si los capiteles y la lápida sobre ara romanas sudasen. La reforma del tejado, reciente, no terminó con el problema. “Por lo menos que instalen un deshumidificador, porque cuando llueve entra mucha humedad. Ya ve usted el agua que hay”. María Isabel seca con un paño y quita las telarañas que buscan un escondite en los recovecos que el arte milenario de Santa Comba configura. Con escoba y recogedor deja limpio el suelo. Su marido, Antonio Blanco, mantiene cuidado el entorno exterior: “Desbrozo, siego la hierba, corto los mirtos; cuido los alrededores. Estoy pendiente todo el año”. El matrimonio actúa por voluntariado. “Las administraciones podían colaborar y ayudar un poco más porque esta es una joya que tenemos aquí”, reivindica este vecino. “Aquí estuvo el conselleiro de Cultura y el responsable de Patrimonio; las instituciones están al tanto de todo esto, pero vienen, se sacan la foto y se van. El Concello hace lo que puede, la alcaldesa está muy pendiente”, completa su mujer.

La vecina limpia con un paño el mármol de un capitel Brais Lorenzo

La profesora Yolanda Barriocanal explica que “la importancia patrimonial de Santa Comba de Bande hizo que ya en 1921 fuera uno de los primeros monumentos declarados como Monumento Nacional, y Bien de Interés Cultural por la Ley del Patrimonio Histórico Español de 1985, con el que se le daba la máxima protección patrimonial. Desde entonces algunas intervenciones en su edificio y en sus accesos han contribuido a su mejora y a la recuperación de su entorno”.

“Aquí estuvo el conselleiro, las instituciones están al tanto de esto”

No obstante, la historiadora añade que “dada su importancia, sería aconsejable la redacción de un plan director, elaborado por especialistas en las diferentes disciplinas, donde se compilen los datos que ayuden a la compresión de la secuencia y adscripción cronológico-cultural del monumento, y se aporte un diagnóstico acerca de su estado de conservación y el desarrollo de propuestas y futuras estrategias de cara a su restauración, divulgación, etcétera”.

Un friso en bisel de la época visigoda Brais Lorenzo

María Isabel no solo abre las puertas de Santa Comba en un sentido literal sino también figurado. “Invito a todo el mundo a conocerla, esta es vuestra casa”, repite con una sonrisa que da calor. La primera pregunta sobre la historia del templo provoca toda una exposición de la vecina, que repite los conocimientos aprendidos. “Hay pinturas murales al fresco, del siglo XII en adelante, el friso tallado al bisel y la línea de imposta en forma de soga, de la época. Hay capiteles visigodos y corintios, elementos romanos reutilizados, como la lápida romana sobre ara romana, un sarcófago romano, el ara del dios Júpiter para sacrificios, otra del dios Marte, un miliario reutilizado como pila bautismal, que dado la vuelta era el mojón del punto kilométrico de la calzada romana, de Braga a Astorga, donde se unen el camino francés, el castellano y el portugués”. La guía improvisada también atiende a las preguntas sobre las supersticiones. Una oquedad en la pared, con forma de mano, “para que en la primera visita a Santa Comba pidas tres deseos a San Torcuato, y te concederá uno”.

El sarcófago romano donde supuestamente reposaron sus huesos es otro de los elementos del templo. María Isabel retoma su lección interiorizada cuando se le pregunta por el santo, cuya imagen está a resguardo en la sacristía. “La fundadora de la iglesia es Santa Coloma de Gramanet, que llegó hasta aquí, ya reconvertida al cristianismo, y fundó esa pequeña capilla”, señala la vecina. “Había una estatuilla de piedra de ella, pero ya no existe. En la verja de la entrada, también había una imagen de piedra, con Cristo a un lado y la Virgen al otro, pero desaparecieron. Los restos de San Torcuato, que dicen que fue quien trajo a su vez los de Santiago Apóstol al Santo Sepulcro, llegaron de Guadix, en Granada, a través de Portugal, escapando de la invasión árabe. Aquí permanecieron hasta el siglo XVII, hasta su traslado al monasterio de San Rosendo, en Celanova, por parte de unas monjas. Porque en el exterior de la iglesia había un pequeño cenobio”, del que solo queda la huella de un muro con maleza y un reloj de sol.

María Isabel Alonso, pasando la escoba en el interior del templo BRAIS LORENZO

“Cuando vengo, casi siempre me acuerdo de mis antepasados, de mis bisabuelos y tatarabuelos"

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La conexión de María Isabel Alonso con esta iglesia prerrománica no se limita solo a reproducir su historia. “Parece que antes ya había un templo suevo, con un templario donde está el altar, con un pozo venerado por las ninfas”, añade en otro momento de la entrevista. También hay fe, porque la mujer ejerce como sacristana de este y del templo más reciente, del siglo XVIII, que está situado en la entrada del pueblo, a 130 metros del antiguo. Allí se trasladaron elementos de la iglesia visigoda, como las campanas. Hay también un nexo emocional. “Cuando vengo, casi siempre me acuerdo de mis antepasados, de mis bisabuelos y tatarabuelos. Alrededor se enterraba a los difuntos hasta que hicieron la otra iglesia. Trasladaron el cementerio porque aquí hay mucha agua, mientras que en la otra ubicación no. No solo hay mucha historia, también están nuestras raíces”. Existe, además, un componente trascendental. “Entro y siento como un escalofrío, mucha paz, tranquilidad y sosiego; principalmente, paz”.