Si parasen su vorágine delictiva para hacer la cuenta, algunos verían que suman más detenciones que años. La multirreincidencia suele estar íntimamente relacionada con la droga. La adicción y la necesidad urgente de dinero crean un círculo vicioso: el de la reiteración delictiva, incluso el de la posibilidad de que ciertos individuos den el salto de hurtos a robos violentos. Cuando un grupo entra en prisión, la estadística acostumbra a caer. Al salir, muchos con aspecto y salud renovados, la recaída es un riesgo que crece si el entorno sociofamiliar es tóxico, no encuentran trabajo y no quieren seguir sin consumir. Una decena de delincuentes habituales cometen la mayoría de robos en la ciudad y superan las veinte detenciones cada uno, según la comisaría de Policía Nacional. El reciente ingreso en prisión de unos 5 multirreincidentes, que acumulaban varias detenciones en los últimos dos meses, ha rebajado la inseguridad. “Teníamos un problema acuciante pero hemos contado con la colaboración de la justicia, que ha apreciado en esos casos el riesgo de reiteración delictiva para dictar prisión. Ahora la situación está controlada”, valora Carlos Vázquez, inspector responsable de la Unidad de Atención a la Familia y la Mujer (UFAM), el jefe accidental de la Brigada Provincial de Policía Judicial.

“Harían falta muchos más recursos para dar continuidad, cuando alcanzan la libertad definitiva, al trabajo de deshabituación y seguimiento en el centro penitenciario. Además, la inserción laboral es clave. Los que vuelven a delinquir lo hacen porque regresan a una espiral de vida marginal y de consumo, sin un modo de vida; delinquen porque no tienen otra forma de conseguir droga, roban para costearse su consumo”, expresa la psicóloga Carla García, que es la subdirectora de Tratamiento de Pereiro. Existen reclusos “históricos”, algunos con número de identificación de 1979, que han encadenado entradas y salidas de la cárcel.

En la prisión ourensana hay en la actualidad 313 internos, 299 de ellos varones. Los delitos contra el patrimonio –hurtos, robos con fuerza y atracos– son la infracción principal. Un total de 51 reclusos de Pereiro siguen algún tipo de programa de desintoxicación de la droga, prevención de recaídas o, al menos, de reducción de daños. Todos los planes son voluntarios y el equipo de ayuda al drogodependiente del centro –la comisión GAD– los adscribe a uno u otro recurso “según su voluntad e idoneidad, en función de la trayectoria o de los intentos rehabilitadores previos”, explica la especialista. La cárcel no es un mundo hermético, libre de drogas. Conscientes de la realidad, el centro tiene protocolos para que, si se da el consumo, sea seguro. Existe uno de intercambio de jeringuillas –las que han sido usadas se entregan por unas estériles–, para evitar la transmisión de enfermedades. Además se ofrece mantenimiento con metadona, para que los presos rebajen su consumo o eviten hacerlo por vena. Pereiro cuenta también con un programa para prevenir las sobredosis.

“Aquí vemos a personas para las que, desgraciadamente, su paso por la prisión resulta sanadora, porque llegan en un estado deplorable, con patologías y un consumo activo bestial. Comen bien, conseguimos controlar sus enfermedades y su consumo”, introduce la técnica, antes de apostillar: “Uno de los factores para no salir de la espiral es la ruptura que se produce cuando una persona que ha estado en prisión, con la que se ha trabajado y que sale en condiciones mucho mejores, vuelve al mismo medio y a su red social, con la misma falta de apoyo externo y sin un trabajo. Si quedan en libertad desintoxicados y recuperados físicamente, concienciados y con herramientas adquiridas, pero retornan al mismo círculo de amigos o una pareja consumidores, a entornos marginales, y si no tienen trabajo, el riesgo de reincidencia aumenta. Pasan de ir de la mano a nivel terapéutico, formativo y de inserción laboral, acompañados en todo momento, a que el día de la libertad definitiva perdamos la capacidad de actuar y de seguir ayudando. Es cierto que hay entidades en libertad que siguen tratando a quienes muestran voluntad, pero la experiencia nos dice que resulta insuficiente”.

Coincide, desde el ámbito judicial, el decano de los magistrados de Ourense. “A algunas de estas personas la estancia en prisión les puede sentar incluso bien, pero no es la solución. Intentar que no vuelvan a delinquir es una problemática más social que jurídica. La clave es conseguir que el delincuente se reinserte, que deje su adicción y que su familia lo acoja, así como lograr un empleo. Como la mayoría son adictos y ese es también el ambiente en el que se mueven, sin trabajo buscarán la forma de conseguir dinero”, expone Leonardo Álvarez.

Una habitación compartida de la comunidad terapéutica de Pereiro, de Proyecto Hombre. IÑAKI OSORIO

En el centro penitenciario se trabaja en la inserción laboral, más complicada ahora con la crisis COVID. “Se hacen itinerarios y formaciones, que suelen estar relacionadas con la hostelería, la salida laboral habitual, y cada vez más empresas colaboran ofreciendo prácticas profesionales. Los que mejor funcionan casi siempre acaban contratados. Ha habido personas que han salido libres, empezaron a trabajar y ganaron un dinero para poder alquilar un piso y vivir por su cuenta. Y eso es un éxito”, destaca Carla García. El estigma no ha desaparecido todavía, lamenta la profesional. “Para aquellas personas con un deterioro físico, visible y ya irreparable, resulta más difícil la inserción, aunque salgan abstinentes”.

Cuando se repiten los hechos delictivos, la Policía se fija en el modus operandi y recaba elementos de prueba para determinar cuántos son obra de los habituales. Recientemente, una de las zonas “castigadas” de la ciudad por la delincuencia fue Marcelo Macías. Ciertos ladrones aprovecharon las obras, con la dificultad de los agentes para hacer patrullas y persecuciones, con la intención de no ser detectados o atrapados. Terminaron por caer igualmente, según la comisaría. “Entre 5 y 10 personas cometen la mayoría de delitos contra el patrimonio. Actúan condicionados por la droga, eso no entiende de que haya crisis o no, o de que los locales estén disponibles o no. Es clave la colaboración entre los jueces, la Fiscalía, la Policía y Guardia Civil, para que la actuación sea coordinada”, defiende el inspector Carlos Vázquez.

Julián Pardinas, teniente fiscal de Ourense, recuerda que “la prisión provisional tiene una finalidad y unos límites. En muchas ocasiones, se tratan de delitos en grado de tentativa, con lo que la posible pena baja un grado. Si se observa un riesgo de reiteración delictiva, los fiscales solicitamos prisión. Esta misma semana, que he estado de guardia, la Policía presentó a dos detenidos y ambos ingresaron”. Asimismo, Pardinas incide en que el encarcelamiento preventivo, también en los casos de multirreincidencia por causa de la droga, no obedecen a un fin de “curar” al delincuente, “esa no es la función, sino la de evitar la reiteración delictiva. Se valoran siempre el hecho delictivo, las circunstancias personales, los antecedentes o si existe arraigo social. La prisión provisional en ningún caso debe convertirse en una pena anticipada”.

El juez Álvarez, titular de Instrucción 1 de Ourense, explica que, en algunas ocasiones, los habituales son detenidos por un delito leve, “por pequeños hurtos en una superficie comercial, una perfumería o una tienda de videojuegos. Por esos hechos no puedes meter a nadie en prisión. Además, hay que ver de qué pruebas se disponen para poder saber si una persona ha cometido un delito. A veces, policialmente se imputa la comisión de varios asuntos pero solo hay prueba de uno. Para enviar a alguien a prisión provisional, es preciso constatar si se cumplen alguno de los requisitos que exige la ley: que haya cometido un delito, que existan motivos para pensar que lo ha cometido una persona concreta, que existe el riesgo de que perturbe la instrucción, de que se sustraiga a la acción de la justicia, de que atente contra los intereses de la víctima, o de reiteración delictiva. En este último supuesto, que puede ajustarse más a la multirreincidencia por la droga, pesa no tanto el hecho de que haya sido detenido varias veces en un plazo, sino disponer de elementos suficientes para considerar que ha cometido dos, tres, cuatro o más delitos. Si constan pruebas de que una persona ha cometido en una semana tres delitos, por ejemplo, es razonable pensar que pueda cometer un cuarto, quinto o sexto”.

Dice el jefe accidental de la Policía Judicial de la comisaría que “si, al salir a la calle, tienen el mismo ambiente, aunque tal vez no consuman de entrada, es posible que vuelvan a caer en la droga, y a necesitar financiarse la adicción. Son muy importantes los programas terapéuticos para romper el círculo vicioso, ya que acumular detenciones les supondrá en el futuro que se le sumen más condenas. Con el ingreso en prisión dejan el delito, tienen horarios normales, una formación y una atención. Pero esta gente necesita ayuda y a veces los recursos en la calle no están disponibles, aunque tampoco todos quieren ir a ellos”.

Los programas terapéuticos que ofrece la prisión son voluntarios. “Deben querer dar el paso y hacer un cambio en su vida, decir: ‘Hasta aquí he llegado’. Normalmente, llegan a esa decisión tras un proceso de muchos problemas, robos e ingresos. Hay pocos casos de ingresos primarios en los que ya asuman: ‘Quiero cambiar mi vida, he cometido este error”, resume Francisco González, director de Pereiro. La droga como gran catalizador para este tipo de delincuentes hace mella a los parientes que intentan reconducir sus malos pasos, sin éxito. “Al final acaban ingresando en el centro penitenciario, y para muchas familias es una especie de descanso”, admite el responsable, si bien “también hay casos en los que los internos quieren dejarlo pero se encuentran con una familia muy desestructurada. Por mucho que trabajemos en el centro para intentar solventar sus problemas, como al salir no dispongan de una estructura familiar o social que les permita seguir, el porcentaje de que recaigan es alto”, reitera. Hay dos perfiles entre los multirreincidentes. “Por un lado, chavales jóvenes que ingresan bastantes veces por robos. Por otro, internos de 40 o 50 años que llevan toda la vida en el mundo de la droga, llegan al centro, cumplen su condena, salen bien pero, al volver a su entorno, pueden volver a recaer”, señala González.

Pereiro ofrece distintos programas para los drogodependientes. El centro hace la selección y el seguimiento, pero el tratamiento corre a cargo de técnicos externos, de distintas entidades. El Comité Antisida trabaja actualmente con nueve internos en el llamado programa de reducción de daños. “Son personas con un deterioro importante por el consumo activo y que no se plantean aún la deshabituación. Intentamos al menos minimizar los daños del consumo y que sea seguro. Se trabaja la motivación para pasar al siguiente escalón, el de intentar dejar de consumir”, explica la subdirectora, Carla García. Doce reclusos –nueve varones y tres mujeres– participan en el programa de deshabituación de Cruz Roja. Técnicos de la ONG acuden tres veces por semana para complementar la terapia contra la dependencia con actividades formativas, educativas, y hasta con relajación o teatro. “Con la pandemia, se trabaja en minigrupos en cada módulo para evitar contacto entre internos de distintos, reduciendo de ese modo el posible riesgo de contagio”.

En Pereiro de Aguiar hay, además, una comunidad terapéutica intrapenitenciaria, con catorce internos en la actualidad, en la que interviene Proyecto Hombre. En este caso la intervención es más intensa e integral, las 24 horas. Entre los requisitos, no haber cometido delitos sexuales.

Dieciséis reclusos –quince varones y una mujer– siguen el programa de prevención de recaídas de ATOX, cuyos técnicos también hacen tres visitas semanales. Está pensado para personas que se mantienen abstinentes, para aportarles herramientas con las que evitar recaídas. Con analíticas se verifica si siguen sin consumir.

Un programa más, el ‘Cuenta contigo’, trabaja en la sensibilización. Gestionado por la asociación As Burgas, se dirige a internos condenados con una suspensión de pena que está condicionada al cumplimiento del programa, a mayores de los trabajos comunitarios, en los casos del perfil de toxicomanía.

La comisaría, una ONG y un billete para irse a su tierra y no delinquir aquí

Un presunto delincuente que se dedicaba a la comisión de delitos de robo con fuerza –violentar algún punto de acceso para apoderarse de dinero u objetos de valor, causando a veces daños más elevados que el importe sustraído–, fue al grano. Natural de Valencia, dijo que delinquía en Ourense porque lo necesitaba para comer, al carecer de arraigo y modo de vida, a diferencia de lo que le sucede en su lugar de origen, donde tiene familia. La Policía Nacional trasladó su caso a una ONG, que le procuró un billete, ropa y comida para que pudiera marcharse a casa.