Ourense está en alto riesgo de transmisión descontrolada. No es un juego, ni una banalización ficticia, es real y no nos queremos dar cuenta. Nos protegemos contra el resto del mundo y nos desprotegemos cuando estamos con los nuestros. Mascarilla, gel al bajarse del autobús, al entrar a un comercio, pero tiramos por la borda todo el trabajo de la semana en una tarde de paparota para celebrar un reencuentro, un cumpleaños o una merienda en el parque. No es tarea sencilla no poder abrazar a los que siempre has querido, tampoco dejar de jugar con tu hijo o prohibir al abuelo ver al nieto. Pero, existen ciertos escenarios,en los que prevenir es mejor que ser un arma mortal porque nadie sabe dónde está el enemigo que llega sin anunciarlo.

Las autoridades sanitarias toman medidas, más o menos restrictivas, mejor o peor, pero si la responsabilidad individual de cada uno se relaja al llegar a casa, naufragamos en el objetivo común, que no es otro que intentar frenar una segunda ola que arrastra a Ourense a una zona de peligro real. Para quien no quiera creérselo, la provincia registra casi 300 contagios por 100.000 habitantes. Verín y O Barco superan los 320 y ya hay residencias donde el virus vuelve a entrar.

No es un juego. No hay que titubear con un arma que mata. Sí, mata. No se mueren, el virus mata. Y hay que decirlo y explicarlo así de claro para que todos aquellos que banalizan o aflojan las medidas de prevención o protección en ámbitos familiares o con amigos sean conscientes de las posibles consecuencias.

No cabe literatura en una pandemia que es global, pero que golpea a la sociedad ourensana. También al sector del comercio, de la hostelería, los gimnasios, las actividades culturales, un sinfín de sectores. Por ello, autoridades sanitarias, poderes públicos y demás profesionales mandan un mensaje de "sentidiño". Y aunque, quieran aflojar las medidas de prevención por mero cansancio de la mascarilla, piensen en los demás. Piensen en los abuelos, en los enfermos de EPOC, en las personas con problemas cardiovasculares, en el pequeño comercio, en el sector de la restauración y, en concreto, piensen en el resto porque, sí, el virus mata. No es un juego, ni tampoco una distopía. Eduquemos en la prevención individual, pero también en la colectiva para respetar a los demás. No es un juego. El virus mata.