La otra información interesante sobre el conjunto de esmaltes del Museo de la Catedral, tiene que ver con el robo de una de las placas, la de Nuestra Señora, en una exposición del Ministerio de Cultura. En aquel momento se sustituyó por una réplica, de tal calidad que prácticamente no se distinguía de las otras. Allí estuvo hasta que se recuperó la original, el año 1993. Fuimos a recogerla de manos de la policía, con cierta solemnidad en la Sede de la Conferencia Episcopal de Madrid el entonces deán, Don Modesto Alonso Touza y yo. Al reponerse la original, la magnífica réplica se colocó en el Archivo Capitular donde se encuentra.

Curiosidad por saber

Tuve interés en saber quién era el autor de esta placa sustituta que se realizó en los talleres de esmalte del Monasterio de Silos. Interesado pregunté al abad, Dom Lorenzo Maté, que por haber sido antes archivero, he tenido cercanía y me informo y proporcionó el teléfono del entonces monje y que tras dejar la orden vivía en Valencia. Se trata de Don Rafael Torres Carot que tomó con mucho interés mi curiosidad y en el mes de abril pasado me escribió una larga carta con datos pormenorizados de aquel robo y del proceso de realización de la copia. Creo que se trata de un documento interesante y reproducir su escrito, que me dedica con cariñosas frases agradeciéndome el interés, siendo yo el verdaderamente agradecido por su generosa disponibilidad, es quizá el mejor modo de añadir historia a unas piezas de tanta estima. Torres Carot es también autor de trabajos valiosos de historia del arte, sobre Silos y diversos monumentos y obras de arte medieval y organería.

Don Rafael Torres

"Lo que voy a referir sucedió en el invierno de 1973. Ya percibo como se debilita mi memoria. A pesar de todo me hace ilusión escribir estos recuerdos, pues me hacen ver que aún quedan un buen acervo de detalles, de cuanto sucedió en aquellos momentos ya muy pasados. Era el 18 de diciembre de 1973, a la hora del cambio de guardia, de mañana tarde. El vacío entre los turnos, al desdichado visitante, sin guardias de control le fue muy fácil hacerse con la placa esmaltada de la Virgen. La primera impresión, casi instintiva: el robo, pensado y madurado, tuvo que ejecutarlo algún conocedor del valor y significado de una obra, de la época que llamamos limosina del siglo XIII. En aquellas circunstancias de inquietud y confusión oculté un detalle intencionadamente al ser interrogado por la policía y por la Interpol. ¿Por qué ocultaste el detalle?? Temía que pudiera causar algún disgusto a ciertas personas. Ahora, ya muy lejos y cuando ya no pueda implicar a nadie descubro lo que sucedió. No es nada importante, lo refiero sólo como anécdota. Lo sucedido, no paso de ser un descuido de los encargados de la instalación y seguridad. Todas y cada una de las piezas del retablo estaban sujetas al tablero-, soporte del conjunto con clavos de latón muy pequeños. Por menor que hizo sencillo y fácil en extremo soltar la placa con un pequeño destornillador, la pieza quedó suelta sin dificultad. En uno de los lados observe, como un arañazo en el terciopelo del fondo, producido con el destornillador al apoyarlo para hacer palanca. Me imagino al "hurtador", saliendo aparentemente normal y seguro con la placa oculta bajo el abrigo saliendo, del palacio de Velázquez lugar de la exposición comillas Silos y su época" sin ser advertida. Era diciembre. Aunque se intentó ocultar lo sucedido, en el ambiente del Ministerio de Cultura se originó entre las "típicas" comillas de los pasillos un alboroto notable. Los responsables de la exposición estaban, por lógica, preocupados y nerviosos; el "robo" afectó también al personal del sector de Bellas Artes que se originó, tanto por parte de los responsables de la exposición, don Luis González Robles, como dentro del mismísimo Ministerio de Cultura.

Conocí detalles del desdichado incidente, posteriormente, ya en Madrid, de manos del comisario de la exposición Luis González Robles que no omitió ningún detalle que le parecía interesante; de quien conservó con fruición conversaciones y vivencias. Al día siguiente 19 de diciembre, muy pronto por la mañana una inesperada llamada telefónica, muy urgente del Ministerio de Cultura. Me hablaba el comisario de la exposición González Robles. Sin ninguna explicación me comunicó, que ese mismo día, un coche del Ministerio de Cultura vendría a Silos para llevarme a Madrid. No sabía qué pensar, no imaginaba la razón de llamarme con toda urgencia al Ministerio. Los nervios se apoderaron de mí. Ya en Madrid y en el Ministerio de Cultura me esperaba el señor González Robles para presentarme al entonces director General de bellas artes, (no recuerdo el nombre) y en él no muy largo lapsus de la espera me informaba con todo detalle la historia de lo sucedido; y la voluntad del director General de ofrecerme algún trabajo. El encuentro discurrió en un ambiente normal y distendido, aunque muy denso en el interior de todos los que estábamos reunidos. Todos estábamos presionados, y lógicamente preocupados. La placa esmaltada era un elemento importante del retablo esmaltado de la catedral de Orense. Muchas cosas pasan sin saber por qué. El caso es que no se había comunicado al señor Obispo de Orense la noticia del robo. Aprovecho para indicar que el retablo en cuestión es uno de los tres retablos esmaltados que se conservan en España.

El personal con quien estaba en constante comunicación conmigo, ya que era el responsable del sector de orfebrería y esmaltes, habían informado al director General de mi situación dada mi especialidad en conocimientos técnicos e históricos de esmaltes medievales. Es decir: al reunirnos ella tenía información detallada sobre mi persona y mi trabajo; ya reunidos dialogamos sobre la posible reproducción. Sin más me sorprendió ofreciéndome la reproducción exacta del esmalte sustraído. Acto seguido tuvo un detalle muy importante para mí: me dijo puede Vd. disponer de todos los medios y recursos que considere importantes para que trabaje cómodamente. Para mí esto tuvo una importancia muy provechosa. Pensé sin darme cuenta de lo mucho que me ayudaría disponer de otra pieza de las mismas características durante el tiempo que empleara en la ejecución. Casi me lancé, entusiasmado, agradecerle el honor y la confianza que depositaba en mí. Me insistió y entonces la manifesté el interés de tener conmigo, durante el trabajo otra pieza del mismo retablo para conocer de primera mano técnicas, colores y aspecto de conservación de la pieza original.

Al día siguiente, con la pieza en la maleta, un coche del ministerio me devolvió a Silos. No importa nadie las dificultades que surgían en cada fase del trabajo. Lo grave fue el desconocimiento de utensilios que se utilizaban en la edad media. Sólo quiero contar el tiempo que invertí trabajando en metalistería, orfebrería y enfrentamiento permanente con la temperatura de la "mufla" (horno). Las sorpresas eran notables y los despistes bochornosos. En más de una ocasión tuve que repetir alguna fase del trabajo de pasar una y más veces la pieza por el horno. Al final llegó la merecida satisfacción, a punto de terminar con el baño electrolítico de oro como acabado de las superficies vistas del cobre. Se me olvidaba el tiempo comencé el 22 de diciembre de 1973 y lo entregué terminado el 16 de marzo de 1974. El precio que presente al ministro fue de 80.000 pesetas.

Terminó la relación de mis recuerdos pormenores de aquel mi trabajo la placa con la imagen de la Virgen. Allá por el año 1975 de aquel monasterio. A partir de entonces no podía olvidar el trabajo tan importante y hasta trascendental para mi. Me propuse hacer el seguimiento de la placa robada? Pero sin éxito. Hasta me interese ante la Policía Nacional en un Congreso para la restauración del patrimonio artístico de las diócesis de España en Madrid. Pasado el tiempo me llegaron noticias la pieza en cuestión podía estar en la tienda de un anticuario de Zaragoza. Después de mucho tiempo supe que aquella suposición se convirtió en realidad y que la pieza original fue devuelta a su lugar en la catedral de Orense".

Relato curioso, interesante que con todo cariño agradezco a don Rafael Torres haya tenido la benevolencia de escribir, quedando yo satisfecho de saber que es el autor de una pieza importante que tiene particular historia y es de gran interés técnico y artístico a pesar de ser una copia. Una información que completa otros datos sobre aquel robo, sin duda uno de los más importantes en el patrimonio de la catedral, que felizmente con el paso del tiempo se resolvió y la pieza regresó con las demás al museo.

(*) Delegado de patrimonio

de la diócesis