Se prepara como un atleta, con dedicación y disciplina. Cuatro o cinco jornadas de entrenamiento a la semana, dos horas de destreza y ejercicios al día en temporada de campeonatos. Un policía permanece "24 horas" de servicio pero el inspector Bernardo Deprado (Alemania, 1974), en la Comisaría de Ourense del Cuerpo Nacional de Policía desde hace 9 años, solo aprieta el gatillo para competir.

En julio se proclamó campeón autonómico por delante de más de 70 rivales, civiles incluidos, -las pruebas se celebraron en el antiguo vertedero de Eiroás, "el mejor recinto en el que he competido"- y es el único representante de Galicia en el selecto equipo nacional de tiro de la Policía Nacional, que tutela la agrupación deportiva del cuerpo, gestionando sus viajes y libranzas para que pueda concursar y ofreciéndole las instalaciones de la galería de tiro de Comisaría para su adiestramiento de élite.

En el deporte dispara "entre 30.000 y 50.000 tiros" al año y él mismo se prepara la munición en casa. Con el uniforme -lleva en el cuerpo desde 1995- no ha soltado ni uno. "Para mí supone un alivio; espero que nunca en la vida tenga que utilizar el arma en la calle". Años de entrenamiento y un nivel 4 de destreza (el máximo que establece el cuerpo) hacen que la pistola le resulte familiar, pero no quiere verse en el filo del todo o la nada frente a un delincuente: "Sería una satisfacción acabar mi carrera sin haber pegado un solo disparo. Ojalá que todo el entrenamiento policial haya servido, como si dijéramos, para nada".

España no es Misuri. Las situaciones en las que un agente dispara un arma "se cuentan con los dedos de las manos". Una muerte por acción de la policía, como la del joven Michael Brown en la ciudad estadounidense de Ferguson el pasado 9 de agosto, es inusual aquí. En Ourense, el último incidente grave también fue fatal. En noviembre de 2002, un joven de 30 años de Barbadás, murió abatido por tres disparos de la Policía cuando intentaba culminar un atraco en una joyería de la Rúa do Progreso de Ourense. Tras quedar encerrado en la caja fuerte por la dueña, intentó escapar empleando una pistola que resultó ser de aire comprimido.

Los agentes no tienen un protocolo establecido sobre cuándo desenfundar y disparar de servicio más allá de la aplicación de un criterio personal según las máximas de proporcionalidad, oportunidad y congruencia. "Debes reaccionar por un motivo y que accionar el gatillo sea proporcional, es decir, que corra peligro la vida de terceras personas o la tuya".

Ningún disparo es a la ligera. Los policías tienen que comunicar al juez si utilizan el arma en una intervención con un completo atestado en el que expliquen las causas. Además, sobre cada caso contado ponen la lupa asuntos internos. "Se investiga cada vez que hay un disparo en la calle, no solo para depurar responsabilidades sino también para aprender y mejorar".

Tiros al aire y persecuciones

El cine, la literatura y otras disciplinas que exploran la mítica policial han asentado situaciones de uso de armas. Pero según Bernardo Deprado, que junto con otro compañero apoya al instructor principal de la galería de entrenamientos de la Comisaría de Ourense, ni hacer tiros al aire para advertir a un delincuente ni disparar a las ruedas con un pistola, en una persecución, es aconsejable. "Se puede producir un rebote y que cualquier persona resulte herida, desde un vecino que está en el balcón a uno de los fugados que va en el coche".

Cuando un policía ingresa recibe una placa y se hace responsable de su arma, un calibre 9 milímetros parabellum que puede durar toda la carrera. El Estado también facilita la munición.

Para Bernardo Deprado, a quien ya le gustaban las pistolas antes de ser policía, disparar para competir es una pasión. En su escritorio abundan como bolígrafos cartuchos y balas. En los campeonatos policiales usa el arma oficial, pero en las competiciones civiles como en su último triunfo debe costearse su afición. De 1.300 a 3.600 euros según el arma. Lo más costoso es la munición, 15 euros por 50 cartuchos. Para ahorrar y para adaptar la configuración de las balas a su destreza, recarga él mismo en casa.

Su primer destino, en la Unidad Central de Estupefacientes en Madrid, le impedía aplicarse a fondo. Al llegar a Ourense empezó a cultivar su habilidad de disparo hasta llegar a la élite. Un mes antes del título gallego, triunfó a nivel provincial. En septiembre disputará el nacional. Su objetivo es acabar entre los diez primeros, en el cuadro de honor. Traspasados los retos que parecían inalcanzables, aún guarda una ilusión, acudir al mundial que se celebra en Florida. Policías españoles, anticipa, tienen opciones.