Gonzalo Fernández resalta que la casa en la que residía Eulogio Gómez Franqueira en Razamonde, a quince kilómetros de Ourense, carecía de medidas de seguridad y el empresario no utilizaba ningún tipo de protección personal, al residir en el campo, entre amigos y conocidos. Pero además, contemplaba su paso por la política, como diputado de UCD, como "una simple circunstancia en su vida". Fernández recuerda que cuando el ministro del Interior, Juan José Rosón, informó a Franqueira en el Parlamento de que tenía datos de que en Galicia se estaba formando un grupo armado y que anduviese con cuidado, "no le dio importancia, al pensar que aquello no iba con él".

Franqueira había preparado la maleta para viajar a Madrid, a la mañana siguiente, acompañado por su esposa Sofía. Estaba en casa con su mujer, su hija María Teresa, una nieta y Marina, una amiga de la hija. Como de costumbre, la puerta lateral que conduce a la finca estaba abierta. Había anochecido. Serían las nueve y media de la noche. El empresario se había puesto el pijama y se disponía a ver la televisión. Su mujer escuchó voces, que procedían de la finca. Al asomarse, pudo ver a tres personas, medio ocultas por las sombras, que le pedían permiso para utilizar su teléfono, con el argumento de que se les había averiado el coche. Sofía informó a su marido, sobre unas circunstancias que ya se habían dado en alguna otra ocasión.

Franqueira salió a la puerta y se encontró con ellos. Observó que un coche se acercaba lentamente hacia la casa, algo que le pareció raro, pero las cosas empezaron a discurrir muy de prisa. A los tres que solicitaban hablar por teléfono, se unieron dos más, uno de ellos sería identificado posteriormente como José Antonio Alcocer Gabaldón "Zapatones". Era el jefe del grupo. Los tres primeros eran dos hombres y una mujer. Y en la carretera permanecieron dos más, sin llegar a entrar en la casa. El grupo estaba integrado por siete personas.

Gonzalo Fernández recuerda que Zapatones acompañó a Franqueira al salón, donde estaba viendo la televisión, mientras el resto permanecía en la cocina con los otros miembros de la familia. Todos exhibían armas.

Zapatones le dijo a Franqueira que se trataba de un atraco. Le pidió la entrega de veinte millones de pesetas, que debía reunir en una hora. El empresario reconoció posteriormente que trató de hacerles frente, para defenderse, pero pronto se dio cuenta de que aquello "no tenía sentido".

Franqueira comprobó que se encontraba ante un hombre fuerte, de 26 años y armado, por lo que tiempo más tarde acabó reconociendo: "Con la verdad por delante, traté de ganarme la confianza del jefe. Era fundamental no contarle ninguna mentira. Tenía que confiar en mí. Incluso le propuse que podía guardar el arma, que conmigo no la necesitaba".

Zapatones le acabó confesando a Franqueira que durante los tres meses que lo llevaba vigilando, le había parecido un hombre más joven.

Franqueira tuvo que tranquilizar a su mujer, que se encontraba muy nerviosa. Utilizó las siguientes palabras: "Mira Sofía, hay que ser realistas. Estos chicos tienen un trabajo que hacer y debemos facilitarles las cosas". Al aclararle Zapatones que no se trataba de una cuestión de dinero y que debía marcharse con ellos, Franqueira tomó la decisión de no salir de casa. Quería salvar su vida, pero pensó que Razamonde tampoco era un mal lugar para morir. Cuando el jefe del comando le pidió que se cambiara de ropa para marcharse, en el momento que se disponía a quitarse el pijama en su habitación, Franqueira le pidió si lo podía dejar solo, porque le daba vergüenza desnudarse delante de otra persona.