Cuando uno piensa en rehabilitación lo normal es pensar en recuperar funciones corporales perdidas, por algún motivo, temporal o permanente; a través de personal especializado en el mismo: un fisioterapeuta.

Sin embargo, el cuerpo entero está formado por músculos, todos ellos conectados entre sí. Por ello, para una completa recuperación será necesario tratar de recuperar todas y cada una de las partes del cuerpo, por lo que además habrá que recurrir a otros profesionales como son logopedas, terapeutas ocupacionales y psicólogos (así como aquellos de los que me olvide).

¿Saben esto los médicos? No lo dudo lo más mínimo.

¿Es esto compatible con las políticas laborales públicas actuales? Desde luego que no.

Una persona diagnosticada con una enfermedad crónica, podrá recurrir a la asociación pertinente (si existe) para que los profesionales que allí trabajen traten su enfermedad; la otra opción sería recurrir únicamente o de forma complementaria al personal de los hospitales públicos (igualmente profesionales).

Pero, ¿quién se encarga de garantizar que ese trabajo se realiza en condiciones óptimas? El trabajo que realizan estas personas es fundamental para quienes se ven en la obligación de recurrir a ellos, sin embargo sus condiciones de trabajo dejan bastante que desear, lo que hace que acaben por abandonar tales posiciones buscando la estabilidad que, en muchos casos, ofrece el sector privado.

Aunque legítimo y comprensible, esta “fuga de cerebros” al sector privado, no es más que una expresión más de la política de privatización de aquello que no se estima necesario para quien se encarga de dar dinero para ello.

Quizás es hora de replantear las necesidades y entender que lo que se está solicitando aquí, no es un capricho sino una necesidad, no es algo complementario, es algo necesario para que determinadas personas puedan llevar a cabo su vida de la mejor manera posible. No es suficiente contar con un profesional que te diagnostique qué es lo que tienes, es necesario contar con personas que te ayuden a sobrellevarlo y vivir con ello de la mejor manera posible.