El filósofo José Antonio Marina (Toledo, 1939) hace en uno de sus libros la siguiente definición de la Historia: “Campo de pruebas de los Sistemas Normativos”. Y me da la impresión de que la Historia ha aprendido de la Humanidad, pero que la Humanidad no ha aprendido de la Historia. Volvemos a caer una y otra vez, pasados unos años, en los mismos errores, repitiendo nuevamente aquello que habíamos quedado en rectificar. 

El panorama mundial, en su conjunto, así lo pone de manifiesto. Ocasión tenemos de enterarnos. Da la impresión de que las reglas del juego las queremos cambiar a conveniencia, sustituyéndolas por otras, de forma unilateral, sin consensuar con nadie.

A modo de ejemplo: si el precio del barril de petróleo sube en los Mercados, los precios de los combustibles suben automáticamente. Pero si ocurre al contrario, no bajan. Por qué: por la coyuntura. Algo así como hablar sin querer decir nada. Alguien debiera organizar una ponencia sobre la coyuntura.

Difícil es dar una versión acertada sobre un tema, cuando median otros parámetros, que alejan la verdad de lo obvio y se desdibuja el panorama, corrigiendo “la caída del párpado”, con un buen arreglo de maquillaje. Así se va de rama en rama, sin componer el fondo y modelando la forma al paso del tiempo. Así transcurren, dulcemente los meses de calendario para unos y agriamente para otros que son los que han “chuzado” con su trabajo y aportado para que sean los ajenos quienes se cuelguen las medallas. Entre el bla bla bla y su conversión en hechos materiales, median abismos.

Qué complicado resulta dar el brazo a torcer. Qué fastidioso reconocer que el camino no era el adecuado. Que embarazoso darse cuenta de quien estaba acertado, no era quien se sentaba en la fila delantera, sino al final del patio de butacas. Por eso la Historia, que también pasa por el tiempo, es el reflejo fiel de los aciertos y los desaciertos. Tiene la virtud de ponernos delante de los ojos, la realidad clara y cristalina.

Es la Historia quien vuelve a tomar bajo su responsabilidad, la pluma notarial y redactar el acta de lo ocurrido, dejando entrever lo que podrá ocurrir de persistir en actitudes que se alejan de cualquier atisbo de sensatez. Tal vez los humanos, que superamos el Homo Sapiens, queramos tomar más altos derroteros que, de momento, no nos son atribuibles. Y, así, entre unos y otros, movemos mal las piezas. Los peones lo hacen como las reinas, los alfiles como las torres. Así no hay quien se entienda.

Que alguien aclare, por favor: ¿hacia dónde vamos con este tablero de ajedrez?