De esta pandemia que ha cambiado esquemas mentales anticuados, como que la economía es proporcional a la felicidad, por otros más actualizados como que comer hoy en un restaurante con amigos no garantiza el mañana no hacerlo en un comedor social con desconocidos y que somos tan vulnerables que un virus puede cambiar las risas en el salón de nuestra casa al mediodía por nuestro llanto en la uci de un hospital a medianoche.

Aunque no olvidemos nunca lo vivido sí olvidaremos pronto lo aprendido, y entonces el poder y el dinero volverán a despertar nuestra ambición, pero no la sana, la que anima a luchar, sino la insana, la que anima a delinquir, la codicia.

Quizá si conserváramos de esta pandemia al menos el recuerdo de la solidaridad de la sanidad y de todos aquellos que contribuyeron a riesgo de perder la salud al bienestar de todos y lo transmitiéramos como un valioso legado de vida a la siguiente generación, algo muy importante habría cambiado ya,