El miedo es una sensación que necesita de tiempo e incluso de inversión para superarlo, aunque a veces es prudente no superarlo para así mantenerse alejado del peligro y sobrevivir. Hay miedos lógicos ante amenazas reales y miedos enfermizos ante amenazas inexistentes, lo cual hace de nuestro miedo nuestro amigo o nuestra amenaza.

A veces estas sensaciones se confunden fruto de nuestra particular forma de entender la vida, y así, el respeto que sentimos a la autoridad, en cierto modo un miedo sano a las sanciones por infringir las leyes se convierte en el único medio eficaz para obligarnos a cumplir las normas que nos protegen incluso de nosotros mismos. Si se le pierde ese miedo sano estaremos obligados a buscar con urgencia otro medio eficaz, o a continuar con el mismo pero facultado ya para actuar con más eficacia para evitar acabar siendo pandilleros.

Esto empieza a pasar con el respeto que se pierde ya a la autoridad en general: profesores, fuerzas del orden, médicos, por sectores localizados de la sociedad, y que debiera ser repuesto a tiempo si no queremos que les acaben quitando los talonarios de recetas, los exámenes o las pistolas a destiempo.