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¿Tal como podemos ser?

Existen características del ser humano que, mal que nos pese, están ahí para recordarnos la fragilidad de nuestra integridad.

Nacemos con el físico de que la naturaleza nos provee y que deberemos aceptar si queremos optar a ser felices; sin embargo, no nacemos aprendidos, y eso nos concede la oportunidad de moldear nuestra personalidad sobre la marcha.

En ocasiones esa personalidad está construida sobre una base endeble que permite moverse con elegancia en terrenos firmes y petarlo en sociedad, pero cuando se ve obligada a desenvolverse en terrenos pantanosos que requieren de algo más que de fachada, por ejemplo de humanidad y de solidaridad, el conjunto se desmorona dejando a la vista un ser patético capaz de ponerse la vacuna que a un anciano le protegería la vida, o la de un sanitario para el que supondría un escudo con que luchar por la vida de ese anciano sin comprometer en exceso la suya.

Son viles a veces las artimañas humanas que se pueden llegar a hilvanar por preservar la integridad y que no son indicadores en absoluto de su maldad sino de su absoluta vulnerabilidad ante lo desconocido.

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