"La caridad no cierra". Ese es el lema de Cáritas española ante la declaración del estado de alarma decretado por el Gobierno de España. Toda una declaración de intenciones, al más puro estilo insumiso, soliviantado y déspota. Como si la decisión de cierre estuviese en sus propias manos, o como si los altos fines de su institución (que en modo alguno se ponen en duda) les otorgasen una suerte de autorización moral para la desobediencia.

Y es así que, tanto el día 17 de marzo como el propio 19 de marzo (festivo, por cierto, y además, de carácter religioso) he podido observar a un trabajador de Cáritas procediendo a vaciar el contenedor de recogida de ropa situado justo enfrente de mi casa, en el centro de Vigo. Sin guantes ni mascarilla.

Curiosamente, no se produjeron contra este trabajador los abucheos que una parte importante de la muchedumbre vecinal profirió sin piedad el propio 17 de marzo (incluyendo insultos groseros y lanzamiento de objetos desde los balcones), contra el trabajador que controlaba el estacionamiento de zona azul, mientras el Concello de Vigo se empecinaba en mantener el funcionamiento del servicio.

En mi opinión -y así se lo he comunicado por escrito a la propia institución de Cáritas- la recogida de ropa de los contenedores no está incluida como actividad permitida en el Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo (modificado por Real Decreto 465/2020, de 17 de marzo) por el que se declara el estado de alarma.

Puede que sea este el momento de recuperar el himno de "no nos moverán". Pero no el sentido en que lo hace Cáritas, sino en el sentido que siempre fue: un canto contra la opresión y a favor de los derechos y la justicia social.