Se dice que cuando los primeros astronautas llegaron a la Luna se encontraron con un gallego.

Si volamos unas 13 horas hasta Buenos Aires, en esa ciudad nos encontraremos con muchos gallegos y, entre ellos, con la estatua de Rosalía de Castro, que preside la entrada del famoso Centro Gallego, hoy semicerrado.

Hace varios meses debieron de sonar las gaitas, con tantas tormentas no las hemos escuchado, pues Galicia celebró que el Cosmos se enriqueciera con un trozo de Galicia. Una estrella bautizada con el nombre de Rosalía de Castro y, además, bañada por un planeta de nombre Río Sar, para que pueda bañar sus pies. Un homenaje a la escritora en lenguas castellana y galega del siglo XIX que cultivaba la poesía con una pluma entre sus dedos, como aquellas labradoras con una azada entre sus manos.

Lo más preocupante es que se encuentra a unos 240 años luz de la Tierra y la única manera de llegar es a través del alma y ella lo consiguió, por llevar más de cien años enterrada. Vivió en tiempos oscuros como la negra sombra. En sus últimos días estuvo en Carril en busca del sol y la salitre, pero la Santa Campaña ya había petado a su puerta. Hoy habita en una estrella muy luminosa de noche, donde podrá encontrar más inspiración. Esperamos que en sus notas reluzcan el pulpo, los pimientos del Herbón, la lamprea y las almejas de Carril, convirtiendo ese sistema planetario en el más sabroso del universo, con sabor galego.