Portugal, Francia, Italia, Reino Unido, Alemania, Austria?así hasta 23 de los 28 países miembros de la UE poseen un Ministerio de Ciencia o Investigación. Solamente cinco: Chipre, Hungría, Irlanda, Malta y España carecen de un ministerio específico con competencias en ciencia e investigación. ¿Esto qué significa? Demuestra, en primer lugar, que el gobierno no considera a la investigación como un asunto de interés nacional, y en segundo lugar, que nadie alzará la voz con la fuerza necesaria para defender el sistema científico.

No podemos hablar de los otros países pero sí de lo que sucede en España. No insistiremos en la evolución del presupuesto y gasto ejecutado de investigación porque es pública y evidente su drástica caída, fácil de consultar en la hemeroteca de cualquier medio de comunicación. Sí hablaremos de nuestra experiencia directa y personal como investigadores del Instituto Español de Oceanografía, en el centro oceanográfico de Vigo.

En la última década hemos asistido a un lento pero inexorable desgaste de la capacidad de gestión de la institución, lastrada por numerosas deficiencias tales como la falta de personal de administración, y a la reducción gradual del personal científico por la lentitud o incapacidad de gestionar nuevos contratos, convenios o propuestas de proyectos. En los últimos años ni siquiera se reparan equipos fundamentales para el funcionamiento de los proyectos, que están parados a la espera de que se desbloqueen las trabas administrativas que nos impiden reparar dichos equipamientos en los que se invirtieron muchos miles de euros de dinero público.

Tampoco se solventan las cada día más graves y numerosas deficiencias estructurales del edificio, lo que nos aboca a trabajar en condiciones límite, diríamos incluso patéticas, sin un ascensor para trasladar las pesadas cajas de material y muestras a los laboratorios entre otras muchas carencias que sería largo de enumerar aquí. Todo ello desemboca en la pérdida de competitividad y la dificultad cada vez mayor para responder a los retos asumidos por los investigadores del IEO en tareas de asesoramiento e investigación marina.

El pronóstico para 2018 (año siguiente al primer centenario de un centro que tantos reconocimientos oficiales nos ha merecido), es muy grave debido a una reducción drástica del presupuesto anual impuesta desde el Ministerio de Hacienda y un incremento irracional de la carga burocrática para la realización de cualquier gestión por insignificante que sea. El enfermo tiene mala cara y lo que es peor: cada vez más solo y abandonado a su suerte. Dentro de la propia institución percibimos impotencia, enfado y frustración ante esta situación, y rabia, mucha rabia por ver como cada día se nos escapan oportunidades para ser una institución más fuerte que dé un mejor servicio a la sociedad.

Si algo permite que las cosas sigan funcionando de manera silenciosa es la profesionalidad y el compromiso personal de los que aquí trabajamos. Pero esto ya no es suficiente ni sostenible, y la denuncia de estas circunstancias es lo mínimo que podemos hacer desde nuestros puestos de funcionarios públicos. La sensación que nos invade es que nadie posee la fuerza suficiente para defender la investigación en este país y enderezar el rumbo para evitar una amenaza, cada vez más real, de parálisis institucional. Algunos se llenan la boca hablando del patriotismo, pero están dejando que la patria se desangre gota a gota, empezando por el sistema de I+D+i.