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cartas al director

De lo público y lo privado

Amanecíamos el miércoles con la noticia de la venta del Banco Popular al Santander por un simbólico euro, y el desplome del 90% del valor de Pescanova en su regreso a la Bolsa. Dos ejemplos significativos de que la gestión privada no es necesariamente mejor que la pública. Más lucrativa sí, por supuesto, porque el sector público no actúa únicamente con criterios de rentabilidad económica, sino también social. El sistema ha claudicado a las fatuas bondades de lo privado, sin tener en cuenta las debilidades, éticas y sociales, que impone la economía de mercado. La mercantilización en todos los ámbitos económicos ha llevado a esperpentos como la privatización de Endesa, antaño una empresa pública estratégica, para terminar, paradójicamente, en manos del Ministerio de Economía italiano. O a los excesos consentidos de los laboratorios farmacéuticos, capaces de comercializar un tratamiento para la hepatitis C por 60.000 euros, inalcanzable para muchas economías familiares.

La supuesta liberalización de mercados ha significado más concentración, más oligopolios, menos competencia y más abusos por parte de las grandes corporaciones, convertidas en auténticos lobbies, como el de la energía eléctrica, capaces de inclinar la balanza legislativa a su favor, siempre en aras de satisfacer la avidez retributiva del accionista mayoritario. Mientras, los parias del sistema sufrimos los recortes y las subidas fiscales impuestos para ajustar un déficit cíclico. Porque alguien, alguna vez, se olvidó de los fallos del mercado, y confundió eficiencia con beneficio y bienestar social con despilfarro. O tal vez se percató de que el pedazo de tarta que le correspondía al Estado era un suculento bocado que podía incrementar sus pingües beneficios.

Todavía recuerdo las palabras del expresidente del Popular, el señor Ron, diciendo en plena crisis bancaria que las entidades zombie como Novagalicia Banca tenían que desaparecer; hace aproximadamente cuatro meses se prejubiló con una pensión millonaria. Ahora, los 300.000 accionistas del Popular se quedan con el valor de su inversión a cero, los bonistas en riesgo de quita y el panorama bancario gallego menguado, ofreciendo un magnífico caldo de cultivo para una mayor concentración y poder de las entidades financieras presentes.

El caso de Pescanova es especialmente doloroso. Una empresa nacida de la genial idea del emprendedor gallego José Fernández López y que naufraga en la segunda generación, por la codicia y la ambición desmedidas, y que ya en su momento recibió la inestimable ayuda de la Xunta de Manuel Fraga. Una vez más el sector público al rescate de lo privado, legitimando ese adefesio que ha dado en llamarse "socialización de pérdidas".

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