¿Esperamos una crónica más del concierto del día 22 de diciembre de la Coral Casablanca? Pues en este artículo no la vamos a tener. La intención de este solo es transmitir algunas sensaciones peculiares que pudimos experimentar los que llenábamos el aforo del teatro García Barbón.

En principio, la coral nos sigue demostrando que le da lo mismo la lengua en la que interpretar las obras, que a veces nos canta en idiomas de Pirineos para abajo y, otras veces, como esta, de Pirineos para arriba. Esto le añade esas pinceladas multicolor al cuadro que pintan con sus voces.

Y si a las peculiaridades del concierto nos referimos, cómo no citar la "Suite Comercial", que fue un popurrí de canciones de anuncios publicitarios de productos que son la chispa de la vida, que vuelven a casa por... que son muñecas que se dirigen al portal, escapando del lobo, por si no es como dice, un gran turrón. Después de algunas piezas barrocas anteriores más sobrias, nos sorprenden con este popurrí que nos hacía sonreír y hacernos niños de nuevo.

Y puestos a hacernos sentir, nos interpretaron la banda sonora del filme "Salvar al soldado Ryan", que aunque no la hayamos visto, pudimos imaginarnos un argumento: por momentos triste y lento y, en otros, hasta "veíamos" con los oídos las tropas cuando fuertemente resonaban trompetas y tambores, con un final de violines haciendo protagonista a la orquesta, mientras el director intercalaba las voces que no necesitaban ni letra para hacernos vibrar... con la "a", tuvieron suficiente materia prima para estremecernos.

¿Más sensaciones? La de velocidad con "La zingarella". O la de emoción y escalofríos con "No llores por mí, Argentina".

Y, como regalo, dos bises: la música de la película "La misión", que nos llevó de la tristeza al chorro de fuerza para vivir. Y para concluir, "O fortuna", de Carmina Burana, fue como una locura final, un derroche de energía, vitalidad, movimiento y luz... el teatro vibró hasta el punto que hizo que una pequeña cinta fuxia cayera suavemete, como una pluma, desde la parrilla telar, de arriba, al suelo del escenario.

Un artista de orfebrería me dijo que para ciertas creatividades, el criterio no es entender o no entender, sino que guste o no guste. En el García Barbón no hacía falta entender de música. El concierto gustó y mucho. Y eso ya es para estar muy contento. Necesitaremos mucho tiempo para reponernos de tanto arte vivo.