El catalán es un problema muy serio que hay que abordar cogiendo el toro por los cuernos, con tacto, energía y sometimiento a la legalidad, hasta con seguir abandonar la senda trillada en los últimos años y bendecida por el desafortunado "lo que Cataluña quiera" del Sr. Zapatero; sin duda el peor presidente de nuestra joven democracia.

La actuación debiera apoyarse en un trípode con patas de información, diálogo y ley; porque es imprescindible que el pueblo catalán tenga amplia y veraz información para no dejarse embaucar por denostadas demagogias y poder avenirse a un diálogo sincero y constructivo que, en definitiva, al ser favorable a Cataluña, será favorable a España; de la misma forma que todo lo que beneficie a España beneficiará a Cataluña. En un mismo e indivisible cuerpo los dolores o gozos de cualquiera de sus miembros afecta al cuerpo entero. Y, por supuesto, en última instancia no se puede olvidar que las leyes se promulgan para ser cumplidas y que la autoridad está obligada a hacerlas cumplir.

Debe arbitrarse una amplia campaña de información que sobreponiéndose a las trabas de la Generalitat y de diversos medios de comunicación consiga que toda la ciudadanía catalana conozca los riesgos que conllevaría la declaración de independencia. Veamos algunos:

Una Cataluña independiente no podría formar parte de la Comunidad Europea, porque, por definición, la Unión Europea busca unidad y no división y, en todo caso, el voto contrario de España sería suficiente para ello.

Casi el 100% van a parar a la Comunidad Europea (algo más del 50% a España). Y lo hace porque al formar parte de España, país comunitario, goza de libertad para el movimiento de mercancías.

Si se consumase la independencia este privilegio desaparecería y las exportaciones toparían con las trabas aduaneras y los consiguientes aranceles, perdiendo competitividad y, probablemente, mercado.

Tal obstáculo seguramente produciría una deslocalización de empresas que en terrenos muy cercanos -España- recuperarían todas sus posibilidades . De hecho, y por precaución, ya se ha iniciado esta fuga, de la que se está beneficiando especialmente Madrid.

Naturalmente, la desaparición de empresas incrementaría la plaga del paro.

El endeudamiento catalán -unos 50.000 millones de euros- no encontraría refinanciación sin el aval de España que, no se olvide, en los últimos tiempos le ha aportado unos 20.000 millones, cantidad muy superior a la que Cataluña aporta en sentido contrario.

Cataluña, que nunca fue una nación, sino que estuvo ligada a Aragón o a España, vería también que el F.C. Barcelona -algo más que un club- no podría mantener su estatus al militar en una pequeña liga haciendo turismo regional.

Todo ello conforma una buena baza en la que hay cartas de indudable valor para utilizar en un diálogo constructivo que solo los malintencionados pueden rehuir y, aunque la lista no acabe aquí, me parece suficiente para que todos los catalanes empleen el sentido común; lo que no quiere decir que en su mayoría no lo estén haciendo ya, porque frente a la espectacular exhibición organizada por la Generalitat con fondos públicos para movilizar más de un millón de personas, hay que convenir que acercándose el censo catalán a los siete millones, una gran mayoría no comparte los quiméricos sueños del Sr. Mas y sus socios. Podría añadirse que en la kilométrica cadena humana hubo un alto porcentaje de chavales e incluso niños, por lo que no sería arriesgado vaticinar que hubieran participado de igual forma en una cadena de signo diametralmente opuesto.

En cualquier caso el problema está ahí , es sumamente importante y hay que resolverlo sin más dilación y, repito, con información, diálogo y la legalidad que emana de nuestra ley de leyes, ya que la Constitución en sus artículos 144 y 155 establece las pautas a seguir. Una legal intervención podría ser traumática, pero cuando está en juego algo tan sagrado como la unidad de España, los riesgos no pueden justificar una cobarde retirada ni las inoportunas declaraciones del Sr. Margallo, para más inri ministro de Asuntos Exteriores, celebrando el éxito de la Diada y aconsejando que se escuche a la calle, en triste diplomacia de un diplomático que se olvida de la mayoría silenciosa o de la que por temor no se manifiesta.

Es recomendable agotar los medios con paciencia, cediendo en lo que sea admisible, pero con una clara señal de STOP en el límite de los derechos y los deberes. Por gusto nadie acude a extraerse una muela, pero cuando está cariada se abre la boca ante el dentista.