“Le pegó un sobresalto” como todas las mañanas al levantarse. Se puso ropa cómoda y se fue a dar un paseo. Mientras caminaba muy cerca de la desembocadura del río Lagares, notó que algo olía mal y se dio la vuelta. Pensaba que la Unión Europea no multaba a la ciudad de Vigo, porque su ría se encarga de reciclar parte de las inquietudes de sus habitantes. No era la primera vez que veía sustancias organocloradas, surfeando con las olas, y romper sobre la orilla de una forma muy espesa. A muchos como él no les gustaba la reconstrucción de la “macrodepuradora” porque a la larga no resultaría rentable. Creían más en la construcción de “nanodepuradoras”. ¡Sí señor!, si se construyesen quizás se lograse que la ciudad fuese un poco menos esquizofrénica. Por otro lado, le parecía recalcitrante que a estas alturas,Vigo, careciese de espacio escénico. Se preguntaba: ¿Por qué en Santiago de Compostela sobraba tanto espacio; se estrenan siempre las obras del Centro Dramático Gallego y, por qué la Ciudad de la Cultura no se hizo cien kilómetros más al norte o al sur, es decir, cerca de una gran ciudad? Pasaba una y otra vez por la Avenida de Orillamar, en Vigo. Se acordaba de haber visto, en una foto de este mismo periódico, al señor Carlos Príncipe y al señor José Cuíña dándose la mano en la cubierta de Casa Mar, en lo que sería el futuro auditorio. Le extrañaba que todavía se siguiese discutiendo por culpa de unos pocos millones de euros para su construcción; proyecto del señor Portela, en el que sólo participaban Caixanova y Sacyr. Ah,se olvidaba decirles,si van a continuar rellenando la “Ría de Vigo”, por favor, no sean tan “brutos”.