Opinión | AL AZAR

Eurovisión aclama a Israel

Eden Golan, representante de Israel en Eurovisión

Eden Golan, representante de Israel en Eurovisión / AP

El festival de Eurovisión reúne los méritos indiscutibles para avergonzarse del género humano. La pretensión de disfrazarlo de ceremonia de denuncia de la destrucción de Gaza, con la inevitable Greta Thunberg (marca registrada) manifestándose a las puertas, generó el lógico rechazo de la audiencia europea. El voto popular ingresó 323 puntos en las alforjas de Israel, el segundo mejor resultado a comparar con los doce votos de España en este apartado. La abultada cosecha israelí no legitima la matanza en curso, simplemente desnuda a los propietarios de las causas nobles. Demuestra la rebelión de las masas contra los adoctrinadores que se desgarran hipócritamente las vestiduras por Palestina, a la distancia suficiente para minimizar el riesgo de que les alcance una bomba.

Eurovisión aclamó a Israel , en el clímax que enmudeció a la gala. Los comentaristas de TVE se quedaron sin comentar, boquiabiertos y silenciosos para no comprometerse con la farsa que glosaban. Si los israelíes acabaron con 375 puntos totales frente a los 30 de España, deberá concluirse con la lógica eurovisiva que la dictadura genocida se ha desplazado al otro extremo del Mediterráneo. Es broma, como el festival.

Y si la encarecida Zorra implicaba una resignificación feminista del vocablo, Eurovisión debe ser un festival machista al no apreciar las virtudes de una canción escaneada en un millar de arrobados artículos de la intelectualidad. A nadie puede extrañarle que la regañona Yolanda Díaz exija que se suspenda la retransmisión de una gala, metamorfoseada en homenaje a Israel en contra de su objetivo inicial. La inquieta política no ha manifestado que su amigo y magnate gallego debe interrumpir el tráfico mercantil con Israel. La vicepresidenta ya ha aprendido que es más fácil atacar a los españoles de voto caprichoso en su conjunto, antes que concentrarse en los poderosos. Los estafadores intelectuales deben aplicarse la enseñanza de sus colegas económicos, operar con sigilo y no exponerse jamás al juicio de la multitud vengativa.

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