Opinión | EL MALECÓN

José Sámano

Misterioso Madrid-City

Defraudaron Haaland y Bellingham, otros fallaron más de la cuenta y el césped no ayudó, pero fue un gran partido

Tchouaméni, Haaland, Kroos y Bernardo, durante el Madrid-City.

Tchouaméni, Haaland, Kroos y Bernardo, durante el Madrid-City. / EP

El fútbol es tan sibilino que puede ser maravilloso hasta cuando distintos factores parecen conspirar en su contra. Quedó patente en el Madrid-City. Un partido con muchos fallos resultó trepidante para el personal. Misterios de este juego, que sin errores sería un peñazo. Lo mismo dan cuando los contendientes no son un bostezo. Cuando, a su manera, cada cual se descamisa, lo que provoca una catarata de emociones, un suspense constante.

De entrada, como bien advirtieron luego dos figuras de camiseta tan dispar como Jorge Valdano y Pep Guardiola, el césped parecía un paisaje lunar, con riesgo de que la pelota sufriera algún esguince. El primer chasco no se hizo esperar. En el introito, en cuestión de segundos, llegó la primera errata. Tchouameni hizo la tenaza, cazó a Grealish y cargó con una amarilla que le exiliará de la vuelta. La falta la convirtió Bernardo Silva, un polvorilla con mucha clase. El gol del embustero, con Lunin sin madrugar y sin dique en la barrera. Un inicio poco versallesco, mal aliñado con la multitud de pérdidas de jugadores como Rodri, por lo general un reloj con tacos. Lo del madrileño del City no tiene cotejo: entre su equipo y la Roja lleva 65 partidos sin perder. Enfrente, lo mejor de Kroos no era su habitual juego quirúrgico, sino sus imprevistas dotes para el birle. La pasarela anunciaba a Haaland y Bellingham, casi nada. El noruego, enrejado por Rüdiger, una ventosa, no dejó ni un mísero garabato. El inglés, solo crispaciones.

Los dos primeros y casi simultáneos goles del Real llegaron trompicados. Camavinga hizo carambola con Rúben Dias y la gran peripecia de Rodrygo rebotó en Akanji. El encuentro era de Carlo Ancelotti, clínico con el cambio de agujas de sus escurridizos delanteros brasileños. Con Rodrygo como extremo por el sector de Vinicius y el júnior sin amarras por el centro, el Real intimidaba. Robaba y a la carrera, con una brigada de “blues” a remolque. Por momentos, el City, moroso y temerario, se amodorraba con pases de fogueo. Al Real le faltó mordida para la puntilla. En el segundo acto, llegaron, ya sí, tres golazos. Foden fue el Foden no visto hasta entonces con un zurdazo de autor. Lo de Gvardiol fue otra cosa. El croata es zurdo, pero cargó con la derecha. El compatriota de Modric, con poca miga ofensiva, dado que es un central reconvertido a lateral, jamás había marcado con el City. Otro arcano.

Un duelo pendular. De la rutinaria remontada blanca a la celeste, cuando el City logró encapotar al Madrid y le tuvo a tiro hasta que Valverde selló el empate con remate soberbio. Por el camino, solo 20 faltas, un árbitro conciliador y poco pitero. Por suerte, el VAR en “off”. En definitiva, no lucieron las grandes estrellas, los primeros goles no fueron para enmarcar, hubo más pifias de las previstas… Con todo, un partido estupendo, recreativo, intrigante, de alternativas y con un fabuloso ropaje ambiental. Pese a las tachas de los refinados académicos futboleros, el choque tuvo gancho de principio a fin. No hicieron falta Haaland o Bellingham (tan decepcionantes en este primer envite de cuartos como Mbappé). El público, más allá del conveniente o no resultado, quedó encantado con este misterioso Madrid-City. De eso se trata, ni más ni menos.

Ahora queda otro reto madridista de aúpa, asaltar el Etihad, donde el miedo escénico no tiene, ni de largo, el desvelo de Chamartín. Pero, la última derrota del City en casa data de noviembre de 2022 (1-2 con el Brentford). Y el precedente en la Copa de Europa, de septiembre de 2018 (1-2 con el Lyon). Hará falta mucho City y mucho Madrid.