Opinión | Crónicas galantes

La culpa es de las monjas

Varias monjas guardan cola para ejercer su derecho al voto en un colegio electoral.

Varias monjas guardan cola para ejercer su derecho al voto en un colegio electoral. / Europa Press

Creían algunos que el partido conservador ganó las últimas elecciones en Galicia por mera costumbre, pero qué va. A la victoria del candidato Alfonso Rueda contribuyeron inesperadamente las monjas y hasta las mariscadoras, movilizadas para la ocasión por el PP mediante toda suerte de astucias.

La teoría suena algo extravagante, pero lo cierto es que la sostiene Félix Tezanos, que viene a ser el máximo encuestador de España desde su cargo de presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).

Entre cariñoso y paternal, Tezanos utiliza el diminutivo para referirse a las “monjitas” que, según él, organizaron el voto en los asilos e internados a su cargo. En esto se conoce que el jefe de los augures oficiales se maneja todavía por el plan antiguo. Ya nadie utiliza el término “asilado” (salvo en el caso del asilo político) cuando quiere referirse a los ancianos que viven en residencias.

Es cierto, desde luego, que en la jornada de las elecciones gallegas se publicaron fotos de sores haciendo fila en el colegio junto a los que se supone eran sus tutelados. Precisamente por su carácter raro y pintoresco, los medios recurren a esas imágenes de ambiente el día de la votación. Ocurre en Galicia y en cualquier otro reino autónomo de España, como el curioso lector podrá comprobar si acude a la accesible hemeroteca gráfica de Google.

Monjas, o monjitas por decirlo en el tierno lenguaje de Tezanos, van quedando ya pocas, al igual que curas. La falta de personal obliga a las jerarquías de la Iglesia a importar mano de obra, más o menos como sucede en el ramo civil del trabajo.

Atribuir a tan menguado gremio religioso influencia en unas elecciones parece algo exagerado desde el punto de vista estadístico. La imagen de unas monjas trapicheando votos como quien mueve farlopa pudiera corresponder a tiempos pasados; aunque resulte más bien anacrónico concederle eficacia en el presente.

"Atribuir a tan menguado gremio religioso influencia en unas elecciones parece algo exagerado desde el punto de vista estadístico"

Más asombro produce aún el caso de las mariscadoras, a las que Tezanos mete en el paquete por haber recibido “gratificaciones extraordinarias” de la Xunta en vísperas de la votación. Cierto es el dato, como cierto resulta también que nadie sabe cuál es la tendencia de voto de las trabajadoras del marisqueo. Habrá quien se malicie que apoyan mayormente a la izquierda, aunque sea una mera especulación. El voto, ya se sabe, es secreto; y conocerlo no está siquiera al alcance del director del CIS.

A favor de la sensatez de Tezanos hay que decir que admite que la victoria del PP fue legítima, “esperable” y “clara”. Entre los pocos que no la tenían tan clara estaba, paradójicamente, el propio CIS, que pronosticó al partido finalmente ganador más posibilidades de perder la mayoría absoluta (y, por tanto, el gobierno) que de conservarla.

No pasa nada. La demoscopia está lejos de ser una ciencia exacta; y parece natural que alguna vez fallen sus augurios. Hasta el CIS, con sus amplios medios, puede equivocarse.

Quizá Tezanos haya tratado de explicarlo acudiendo a las monjas, a las mariscadoras y a los estímulos económicos de la Xunta. Quedó en el aire una cierta sensa ción de que el árbitro de un partido estaba justificando porqué no ganó su equipo.

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