Opinión | Crónica Política

El estallido

Parece haber estallado, por fin, una auténtica rebelión entre los abogados del turno de oficio. En dos localidades gallegas todos los letrados dedicados a esa tarea se han dado de baja: la sordera estúpida de la Administración central y la miopía aguda de la autonómica han conseguido que el derecho constitucional a la defensa –en su caso gratuita– a la que tienen derecho todos los españoles entre en dificultades. A partir de ahora los colegios profesionales tendrán que “mojarse” en un conflicto en el que han brillado por su ausencia los gestos de solidaridad y de apoyo.

En este punto cabe una opinión rotunda: los letrados en huelga o en baja voluntaria tienen razón: trabajan como trabajadores, cobran como aprendices y además tienen que correr con sus propios gastos. Mientras, muchos de sus organismos colegiados les toman el pelo o los explotan de una manera inexplicable e intolerable. Gracias a esa situación la sociedad sabe que la desigualdad prima en la profesión y que casi todo lo demás –sin ir mas lejos la insolidaridad–, reina en su tarea.

Es necesario a estas alturas recordar que en el amplio mundo de la Justicia ha habido una huelga de jueces, resuelta atendiendo las peticiones de los magistrados, al menos en gran parte; otra de agentes judiciales con una solución parecida a la anterior, y de momento los letrados de oficio son ninguneados por las instituciones que más y mejor deberían de cuidar de los derechos constitucionales de los ciudadanos. Quizá suene exagerado, pero es una realidad, desgraciadamente para los primeros interesados.

En este punto es del todo apropiado –desde una óptica particular de quien la expone– insistir en que la actitud de las administraciones resulta impropia, y en algunos casos roza el desprecio. La que depende del Gobierno central apenas les atiende y la que pertenece a la Xunta, como queda dicho, dilata sin motivo la respuesta a una petición de entrevista con la Presidencia. No son precisamente actitudes que se puedan considerar como –al menos diplomáticamente– las mas eficaces y las mas racionales para resolver conflictos de indudable importancia.

Desde el respeto pleno a los colegios profesionales, es preciso añadir que la insolidaridad antes citada parece provocada por la más casposa de las empatías. En un mundo moderno, y mas aun en el que viene, va a ser discutida la figura de esas entidades, y no sin razón se alzarán voces que denuncien que “para lo que hay seria bastante un registro oficial de los letrados”. Hay quienes ya lo dicen en voz alta, y otros con sus gestos de justificada rebeldía, entendiendo por tal no la desobediencia sino la existencia ante una flagrante injusticia.