Opinión

El ruido y la furia

Fue el último discurso sobre el estado de la nación de Joe Biden, el último de su actual mandato, un discurso, para decirlo con palabras de su compatriota William Faulkner, lleno de “ruido y de furia”.

Era como si el político demócrata hubiese querido desmentir de pronto a todos aquellos que le consideran demasiado viejo física y mentalmente para presentar de nuevo su candidatura a la Casa Blanca.

Leyendo de su teleprónter, a veces casi desgañitándose, Biden acusó a Donald Trump, al que en todo momento se refirió como “mi predecesor”, de “reinterpretar la historia” al no reconocer su derrota en las urnas ni haber dicho la verdad sobre el asalto de sus partidarios al Capitolio.

También criticó con dureza al Tribunal Supremo por haber derogado el derecho al aborto y, dirigiéndose personalmente a sus miembros, sentados en primera fila, les espetó: “Con el debido respeto, jueces, las mujeres no carecen de poder legal y político”.

Como era de esperar, dado que su propuesta de enviar un nuevo paquete de 60.000 millones de ayuda militar a Ucrania sigue empantanada en la Cámara de Representantes, la política exterior de EE UU no podía estar ausente del discurso.

Biden acusó a Trump de ser un peligro para la democracia por “doblegarse” ante Vladímir Putin y haber llegado al extremo de animar al presidente ruso a atacar a aquellos países europeos de la OTAN que no gasten lo que deberían en defensa. “Es peligroso, es inaceptable”, afirmó.

Según Biden, Putin amenaza con sembrar el caos en Europa y no va a parar en Ucrania, sino que, si se le deja, seguirá avanzando. “Nuestro mensaje a Putin, dijo desafiante, es muy sencillo. No nos marcharemos. No cederemos. No cederé”.

"Los republicanos acusan a Biden y su Partido Demócrata de estar más preocupados por lo que sucede en la lejana Ucrania que en arreglar los graves problemas del propio país"

Los republicanos acusan a Biden y su Partido Demócrata de estar más preocupados por lo que sucede en la lejana Ucrania que en arreglar los graves problemas del propio país, sobre todo el de la frontera sur, por la que llegan anualmente cientos de miles de indocumentados.

En un momento de su discurso en el que el presidente se refirió a la crisis migratoria, fue interrumpido a gritos por la representante republicana MarjorieTaylor Greene, que le gritó “¡mentiroso!” tras afearle que se hubiese olvidado del reciente asesinato de una estudiante de Enfermería por un inmigrante indocumentado.

Los conservadores acusan a Biden de llevar más de tres años negando la existencia de una crisis migratoria y pretextando que carece de competencias para garantizar la seguridad de las fronteras y obligar a cumplir la ley.

Hacia el final del discurso, Biden habló también de Israel, a cuyo Gobierno instó a permitir la entrada en Gaza de ayuda humanitaria y aceptar, cuando acabe la guerra y como única solución la de los dos Estados.

Todo ello sonaba huero cuando Washington no ha dejado de enviar armas a Israel con las que proseguir su masacre del pueblo palestino.

Así se lo recordaron los numerosos manifestantes que, mientras el presidente pronunciaba su discurso, se manifestaban ruidosamente cerca del Capitolio con pancartas que rezaban “Tu legado es el genocidio”, “¡Alto el fuego, ya!” o “¡Abajo la ocupación!”.

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