Parece una tontería
“¡Obra maestra!”
Nadie gritaba por la radio como Carlos Pumares. Me despertó decenas de noches. Yo no sé dormir sin escuchar voces, y en los años ochenta sintonizaba siempre a José María García en Antena 3, y un poco antes de que acabase su programa, empezaba a quedarme indiferente, suave, felizmente dormido. Pero entonces sonaba la sintonía de “Polvo de estrellas”, Pumares saludaba con austeridad, casi mal humor, y al dar paso a las llamadas de los oyentes para que preguntasen por alguna película, antes o después se ponía a vociferar. Era un energúmeno maravilloso, sabio, pero tenían que ser los años 80 y 90 para soportarlo.
Mi momento preferido era cuando de repente gritaba “¡Obra maestra!”, en referencia a alguna película, y yo daba un respingo y me desvelaba. Al día siguiente iba al instituto muerto de sueño. Escuché tantas veces el principio de “Polvo de estrellas” que aún hoy recuerdo uno de los números a los que podían llamar los oyentes. “Nuestro teléfono es el 4117011, con el prefijo 91 si llama de fuera de Madrid”, repetía Pumares cada noche.
“Nadie gritaba por la radio como Carlos Pumares. Era un energúmeno maravilloso, sabio, pero tenían que ser los años 80 y 90 para soportarlo”
No había una hora fija para que empezase su programa, porque dependía de que José María García acabase el suyo, cosa que nunca ocurría a la hora prevista. Pumares montaba un pollo en directo y llamaba a García y sus colaboradores “Los teloneros”. Pero no había nada que hacer. En una ocasión, en la primera época, cuando “Polvo de estrellas” duraba apenas una hora, García se pasó tanto de tiempo que Pumares solo pudo decir: “Muy buenas noches. Vamos con un poquito de música. Adiós”.
Cuando gritaba “¡Obra maestra!” se ponía en marcha una fascinante ceremonia de amor al cine. Admirable era también cuando el título le parecía abyecto. Recuerdo que de “Twin Peaks: fire walk with me”, dijo: “¡Es una basura!... ¡Mala! ¡Espantosa! ¡Horrorosa! Mi recomendación es no la vean... Si vieron la serie, es indeseable. Si no vieron la serie, es indeseable. ¡Mala! ¡Mala! ¡Mala!”. En noches así era fácil que acabase a insultos con los oyentes. Era para matarlo. Pero qué buenos recuerdos, y qué feliz el insomnio, y qué pena la muerte de Pumares.
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