No, no eres mejor

Mercè Marrero

Mercè Marrero

No, no eres mejor por ser heterosexual. Esta condición no te convierte en mejor que otra persona y, evidentemente, tampoco eres mejor que nadie por ser homosexual. Ser blanco, rubio y de ojos azules no hace que seas un ser superior a otro. Ser moreno, de color negro o asiático desde luego tampoco.

No hay una lengua que esté por encima de otra. Chico, chica, hombre o mujer, hablar castellano no hace que seas un ser humano más ideal o más bondadoso que quien habla inglés, swahili, catalán, euskera o mandarín. Nadie es mejor que nadie por el hecho de comunicarse en un idioma y no en otro. Y nadie es mejor que nadie por creer en un Dios y no en otro. En mi opinión humilde humildísima, creer que existe un Ser superior no hace que seas mejor que quien cree que no hay nada más allá que el aquí y el ahora.

Viajar en un jet privado, tener una cuenta corriente desbordante y pasear varios coches estilo Batman no conlleva que tu esencia como ser humano sea más evolucionada que quien ha llegado aquí en una patera, comparte una habitación con desconocidos y desea encontrar un trabajo, contribuir y prosperar. Ir con sandalias Christian Dior no implica que tus atributos como persona sean más avanzados que quien se pasea en chanclas de plástico por la vida.

"Creemos que nuestra manera de ser, pensar, sentir y vivir es la única, la adecuada y la que nos convierte en mejores que otros"

No, tu condición de madre o padre no es más elevada por llevar a tus hijos a un colegio privado, inscribirles en actividades extraescolares sofisticadas o por enviarles a un internado europeo selecto. Tampoco es mejor progenitora o progenitor quien lleva a su prole a un colegio público, puede permitirse solo una hora de inglés a la semana y jamás podrá pagar un campamento de verano. Unos tendrán más oportunidades que otros, seguro, pero esas puertas abiertas no les convierten en individuos de espíritus más elevados que otros.

No eres mejor persona por ser más guapo o feo, ni por estar gordo o flaco, por tener familia numerosa o por no haber tenido hijos. Tus habilidades sociales, tu altura o tu inteligencia no definen tu fondo. Tu edad tampoco. Ser un joven lozano no significa que estés por encima de una persona mayor que apenas puede moverse.

La polarización social y política trata de hacernos creer que determinadas condiciones humanas nos convierten en personas esencialmente mejores o peores que otras. Es una forma de simplificar nuestra existencia y las relaciones personales y de generar un caldo de cultivo apto para los enfrentamientos y los rencores. O eres de los míos o vas en contra de los míos. Nos hemos acostumbrado a mirarnos por encima del hombro, a sentar cátedra y a creer que nuestra manera de ser, pensar, sentir y vivir es la única, la buena y la adecuada. Lo único que les pediría a los políticos que estos días asumen sus responsabilidades, ya sean de derechas o de izquierdas, es que no alienten esta deriva. Que no toleren los discursos de odio o la moralina barata. Y que tengan la cabeza y las emociones lo suficientemente claras como para vislumbrar que, a pesar de que nuestras esencias sean las mismas, para algunos vivir es más difícil que para otros. Acuérdense de ellos.

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