Volviendo a Concepción Arenal

Julio Picatoste

Julio Picatoste

Concepción Arenal hubiera sido una mujer extraordinaria en todas las épocas.

Clara Campoamor

Hace unos días tuve oportunidad de oír a Delia Manzanero, profesora de Filosofía de la Universidad Rey Juan Carlos, estudiosa del krausismo en España y directora de la revista de filosofía ‘Bajo palabra’. Acudió al Club FARO y allí disertó sobre Concepción Arenal; después de la conferencia, conversamos largamente sobre el proyecto ‘Filosofía en prisión’, experiencia singular que, con profesores y estudiantes universitarios, viene desarrollando en centros penitenciarios de Madrid y Toledo, y cuyo objeto es “convocar a la sociedad a escuchar las palabras de las personas privadas de libertad para reparar en cuántas cosas nos unen”. Fue su conferencia un caudaloso torrente de saberes por el que iban discurriendo los temas de su reciente libro sobre Concepción Arenal, editado por Tecnos. Pasa así la profesora Manzanero a engrosar con Clara Campoamor, María Campo Alange y Anna Caballé el censo de mujeres que con notable acierto se han ocupado de nuestra ilustre pensadora. Más no se piense que es la suya una biografía más, una biografía al uso; se trata de un singular y original tratamiento del mensaje de Concepción Arenal, a la que describe como verdadero “sismógrafo de la realidad española”.

En el libro se propone una reactualización de su pensamiento como clave de la emancipación de la mujer, sobre todo de la mujer encarcelada. Los postulados de nuestra ilustre pensadora van directos “al corazón de los derechos humanos más básicos de una población vulnerable como son las mujeres reclusas o exreclusas”. La autora llama la atención sobre la etimología y la rica polisemia del término “encarcelar” para hacernos ver que el fenómeno del encarcelamiento es múltiple, variado; la vida nos tiene cercados en espacios diversos que nos aprisionan y acotan nuestra existencia; vivimos enredados, complicados en una telaraña vital que nos sujeta y nos somete. Como apuntó Foucault, también hay prisiones al aire libre, fuera de los muros carcelarios, en nuestra vida doméstica, laboral, en esos espacios vitales tejidos con mimbres reglamentistas, recintos de sumisión y asedio, de control y dependencia que nos hacen enormemente vulnerables.

“Auténtica Hiparquía del siglo XIX, se enfrentó a las convenciones de su tiempo erigiéndose en verdadera pionera del feminismo”

No podemos sino felicitarnos por la publicación de este libro que rememora de nuevo la inmensurable figura de Concepción Arenal; mujer de notable inteligencia, autodidacta prodigiosa, dejó a un lado su inicial vocación literaria para entregarse de lleno a la absorbente y ardua tarea de la reforma de una sociedad donde se generan e incuban tan injustas como intolerables desigualdades ante las que ella no podía permanecer indiferente. Sus propuestas de entonces no eran sino una anticipación de la concepción del Estado social que hoy propugna nuestra Constitución. Auténtica Hiparquía del siglo XIX, se enfrentó a las convenciones de su tiempo erigiéndose en pionera del feminismo; reclamó el acceso de la mujer a la educación, sin limitaciones ni trabas de ningún género, pues ello era ineludible consecuencia de la plena igualdad de derechos y capacidades entre hombres y mujeres, y en ese impulso igualitario llegó a defender el acceso de la mujer al sacerdocio (imagínense cuántas sotanas debieron rasgarse). Ya entonces –¡genial anticipación!– propuso la reducción de horario laboral femenino para propiciar lo que hoy llamamos “conciliación”. Hubo de bracear a contracorriente en una sociedad cuya mentalidad, educación y lenguaje sometían a la mujer a una degradación incapacitante.

En línea con su pensamiento correccionalista, propugnó la reforma de unas prisiones de trato indigno e inhumano. Frente a quienes veían en el delito una fatalidad orgánica, ella lo consideraba un fracaso social. Pensadora insobornable, con una incontenible ansia de saber, fue enemiga de todo fanatismo, pero se confesaba fanática de la verdad. Y era esta devoción por la verdad la que la llevaba a ser una pensadora heterodoxa cuyas propuestas eran vistas entonces como una auténtica subversión del orden. La verdad, tantas veces molesta e inoportuna, es siempre heterodoxa en atmósferas de estulticia y estancamiento. Y por ello hubo de pagar un precio.

Dorado Montero, correccionalista y krausista como ella, dijo que era, en el orden penal, la personalidad más vigorosa y valiente de la España del siglo XIX. Tuvo en Europa mayor relieve y reconocimiento que en su propia patria (esta triste asimetría no es nueva); alabada por Röder, era escuchada con respeto y sus ponencias elogiadas en los congresos internacionales sobre derecho penitenciario.

La figura y nombre de Concepción Arenal sin duda tienen hoy presencia en España, y en Galicia en particular. No me atrevo a decir que ocurra lo mismo con su obra. Trate el lector de adquirir sus obras completas; no las encontrará. Póngase a la puerta de una Facultad de Derecho y pregunte a los estudiantes quién era Concepción Arenal y pídales la cita de una sola obra suya. Tendrá por respuesta el silencio.

Es hora de que las instituciones gallegas (Xunta, Diputaciones Provinciales, Universidades) afronten la edición de sus obras completas y las hagan llegar a las bibliotecas públicas para que allí estén al alcance de todos. ¡Qué menos!

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