Desde San Xosé

La cabezonería pasa factura

Pocas horas después de que el escrutinio del pasado domingo situara al PP de nuevo como primera fuerza en Pontevedra, después de años a remolque del BNG, Miguel Fernández Lores, que tiene muchas papeletas para afrontar su séptimo mandato, decía que “toma nota” del resultado en las urnas y prometía “mejorar”. Sus palabras parecían el eco de lo que el mismo Lores decía en aquel lejano 2007 (hace más de tres lustros) cuando los nacionalistas se llevaron otro susto aún más grande que el del domingo al quedarse el entonces aspirante del PP, Telmo Martín, a las puertas de la mayoría absoluta y desbancarlo del sillón de mando. Aún con el miedo en el cuerpo, el que ha sido regidor municipal durante los últimos 24 años (y que seguirá probablemente en los próximos) decía entonces ante la sede de su formación que “tomaba nota” y prometía “mejorar”. Lo mismo que el 28-M pero 16 años atrás. Ya por entonces estaba en marcha el premiado y exitoso modelo de ciudad que llevó al BNG a mejorar sus resultados en las citas electorales siguientes, las de 2011, 2015 y 2019. Algo sí debió mejorar desde aquel duelo con el ahora alcalde de Sanxenxo, pero parece que la alfombra roja por la que ha transitado desde entonces Lores ha perdido su brillo y ya no oculta los errores de su mandato. Mientras sus rivales apenas sabían explotarlos, o simplemente no los veían, ahora se ha encontrado con un Rafa Domínguez que ha sabido capitalizar el malestar o disgusto de los descontentos. Un descontento que en muchas ocasiones nace en la cabezonería del emblemático líder nacionalista. O de alguien de su equipo. El cierre al tráfico de la calle Reina Victoria es un buen ejemplo de lo que nadie entiende porque nadie (en el gobierno local) lo ha querido explicar con claridad. Desde el primer día en que se cortó la avenida, en septiembre de 2020, era evidente que la única intención era eliminar tráfico de la zona de Echegaray y del puente de A Barca, pero se enmascaró con la pandemia, la necesidad de dar espacio a los estudiantes del instituto Sánchez Cantón y otras excusas poco creíbles. Algo parecido había ocurrido ya con el cierre de Alfonso XIII, pero sus efectos sobre el tráfico no fueron tan traumáticos. Más sencillo y probablemente convincente hubiera sido poner datos sobre la mesa, exponer los planes con claridad y explicar la medida con detalle. Pero no se hizo así y el PP lo ha aprovechado para meter una baza en el electorado. La cabezonería acaba pasando factura. Eso, y limitar la campaña electoral a un único mensaje: el de agitar el temor a una hipotética “vuelta atrás”. Quizás más de uno añora no la Pontevedra de antes, pero sí la Reina Victoria de antes.

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