¿Deberíamos en las elecciones locales ocuparnos también de los asuntos globales?

Argimiro Rojo Salgado

Argimiro Rojo Salgado

A pocos días de finalizar el proceso electoral conducente a la formación de nuestros gobiernos locales, cabe hacer una reflexión y preguntarnos si en dicho proceso deberíamos habernos ocupado única y exclusivamente de lo local, lo cercano e inmediato, lo nuestro; o si deberíamos mirar a lo lejos, trascender lo local e interesarnos, al mismo tiempo, por lo global, es decir, lo que es común a la humanidad y al planeta. Esta pregunta surge cuando advertimos –y es una evidencia– que muchos de los problemas a los que se enfrentan los gobiernos locales (y que sufrimos los ciudadanos) tienen un origen y una dimensión global.

Como cuestión previa a esta reflexión, quiero dejar muy claro que ahora toca ocuparnos de los asuntos que conciernen a nuestros pueblos, villas y ciudades (políticas sociales, seguridad ciudadana, transporte, urbanismo, educación, sanidad, cultura, medio ambiente, tráfico, consumo, turismo, deportes...); estas –y otras– son las tareas que les corresponden gestionar a las autoridades locales dentro de ese modelo de gobierno y administración multinivel que rige en nuestras sociedades. Y en este mismo orden de cosas, me gustaría enfatizar en la idea de que los municipios deben disponer de una complexión fuerte y vigorosa tanto en lo político, institucional y administrativo, como en lo económico y financiero; ellos deben disponer de una esfera propia y acotada de autonomía para ejercer todas esas competencias que les son propias y que resultan tan esenciales para el bienestar integral de los ciudadanos.

"Muchos de los problemas a los que se enfrentan los gobiernos locales (y que sufrimos los ciudadanos) tienen un origen y una dimensión global"

Y ello es así porque a nuestras entidades locales les corresponde gestionar (gobernar), en primera línea, todos esos asuntos que afectan a las necesidades básicas y vitales de las personas; esto es, cuidar de esos espacios y comunidades humanas donde se hace verdaderamente real y efectiva la lucha contra la pobreza, el hambre, la indigencia, la marginalidad, la exclusión y –a veces– la desesperación en todas sus expresiones y grados de dramatismo. Aquí radica el mérito, la grandeza y la excepcionalidad de las entidades locales, convirtiéndolas en un actor crucial e insustituible en el contexto general de la gobernabilidad de nuestras sociedades.

Dicho esto, dejando muy claro que ahora tocaba ocuparse primordialmente de lo más próximo y cercano, es preciso mantener la perspectiva y reconocer que lo local está ya estrechamente interrelacionado con lo global, y que la suerte del conjunto de la Humanidad se juega cada vez más en un escenario global y globalizado. El cambio climático, por ejemplo, es un fenómeno global que tiene graves impactos locales (sequías, incendios devastadores, olas de calor, subida del nivel del mar, inundaciones, desplazamiento de la población…); los conflictos bélicos o la existencia de gobiernos corruptos, incompetentes o despóticos causan oleadas masivas de refugiados que acaban en nuestros pueblos y ciudades; las pandemias que se originan en cualquier lugar del planeta rápidamente se propagan y acaban sembrando la muerte y devastación en nuestras poblaciones. También nos afectan otros problemas de dimensiones globales, como la siempre presente amenaza nuclear, la escasez energética y el desabastecimiento de materias primas o de productos de primera necesidad, los paraísos fiscales o la falta de regulación y control de los avances científicos y tecnológicos, del ciberespacio y de todo lo relacionado con la inteligencia artificial o la biomedicina, cuya mala utilización puede entrañar serios peligros para la salud, la ética, la ecología o la supervivencia de la especie humana.

"Pensemos y actuemos como contemporáneos, como ciudadanos del siglo XXI, y no permitamos que el afán y el discurso local nos impida ocuparnos también de lo global"

¡Vayamos, pues, a la raíz de los problemas y actuemos en consecuencia! Es decir, reconozcamos que muchos de los problemas con incidencia local son consecuencia de la falta de gobierno y regulación en el nivel mundial; y esta es la gran paradoja de nuestro tiempo: todo se globaliza, excepto la política y la democracia. Uno se pregunta, en este orden de cosas, por qué las formaciones políticas no se renuevan, actualizan y reinventan para adaptarse a la era global, a esta sociedad globalizada, interdependiente y cosmopolita, introduciendo en sus idearios, agendas y programas electorales (incluyendo los de ámbito local) el asunto del Gobierno Democrático del Planeta.

¿Por qué los actores políticos locales, conscientes de que las consecuencias de esa mala o inexistente gobernanza global acaban afectando y comprometiendo siempre a la esfera local, no aprovechan este momento y oportunidad electoral para suscitar una cuestión que, en las circunstancias actuales, constituye un ejercicio de coherencia intelectual y buen juicio, un requerimiento pragmático y la respuesta político-institucional más coherente y apropiada? Es más, ¿por qué los gobiernos locales, conscientes de desempeñar esa función clave y fundamental en el contexto general de la gobernabilidad de nuestras sociedades, no reclaman el derecho a participar de alguna manera en la toma de decisiones del nivel global? Algunos autores apuntan, en este sentido, a la creación de un Parlamento Mundial de Alcaldes. ¿Por qué no un Consejo Consultivo Mundial de Alcaldes?

Pensemos y actuemos como contemporáneos, como ciudadanos del siglo XXI, y no permitamos que el afán y el discurso local nos impida ocuparnos también de lo global.

*Catedrático de Ciencia Política

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