Crónica Política

Las prórrogas

Javier Sánchez de Dios

Javier Sánchez de Dios

Resulta probable que, a causa del ruido de la campaña electoral –en Galicia oficialmente municipal, aunque casi no se note–, muchos habitantes de este antiguo Reino se hayan percatado de que, además del voto, aquí se disputa la credibilidad de los gobiernos y, sobre todo, un dato extraño: el ya comprobado de la diferencia que existe aquí en la medida del tiempo con respecto a otras comunidades entre que se anuncia un proyecto para la conversión de las promesas en hechos inaugurables. Por ejemplo. en alguna otra, casualmente gobernada por socios o aliados del Gobierno central, la obra pública se realiza con puntualidad y, si no, las protestas llegan al mismo cielo.

El ejemplo más reciente de la diferencia de trato ha sido el de los trabajos en el Corredor Mediterráneo de mercancías: cuando la obra se paró, en Valencia se levantaron todas las voces de protesta posibles y el asunto quedó zanjado en un plisplás. El proyecto del Corredor Atlántico, en cambio, lleva atascado varios años y, tras la enésima queja de Galicia. Asturias y Castilla y León, el Gobierno actual –el anterior ni siquiera lo explicó como es debido– anunció que habría un comisionado para dirigir el proyecto, comisionado que lo primero que dijo tras ser nombrado fue que su tarea “se iniciaría en octubre”, varios meses después. Consta en los archivos y en las hemerotecas.

Hay que admitir que es extraño, por no decir increíble, salvo que se piense que esa fecha estaría muy cerca de las elecciones generales y sería un buen reclamo para los votantes más ingenuos. En todo caso, la cuestión de las fechas y, en general, el cumplimiento de los compromisos con Galicia –casi todos verbales– no ha sido un inconveniente para la coalición PSOE-Podemos. Y menos todavía los fondos que teóricamente se destinarían a convertir en hechos las palabras, o no están en los Presupuestos o aparecen en partidas para proyectos iniciales que casi nunca tienen plazos concretos. Naturalmente, lo expuesto es opinión personal, pero lo que se afirma es contrastable.

Pocos ejemplos pueden citarse que se ajusten mejor a la tesis que se maneja que la reciente visita electoral de la titular de Transportes. Junto al candidato socialista a la Alcaldía ferrolana, la ministra anunció “para octubre o noviembre” la entrada en servicio de los trenes “Avril”, para cuyo rodaje fue necesaria una reforma viaria, y cuya inauguración en principio se había anunciado para un año y medio antes. Del mismo modo, apenas tuvo alguna referencia al remate del proyecto de AVE entre el propio Ferrol y la frontera portuguesa y otra, también leve, al juicio, a punto de terminar, sobre la tragedia ferroviaria de Angrois, una de las mayores de la historia moderna en España.

Como sus predecesores en los Gobiernos del PSOE y del PP, la cuestión infraestructural, y en concreto la modernización ferroviaria –que el Parlamento gallego reclamó por unanimidad ya en los primeros años de la década de los noventa– quedó aparcada. El gobierno de Aznar paralizó, en beneficio de la Madrid-Valencia, las obras de la autovía Madrid-A Coruña; el siguiente, de Zapatero, apenas se fijó en que la Península Ibérica tiene Noroeste, después Rajoy tuvo que dedicarse full time a los recortes y Sánchez pretende ahora que gallegos y gallegas se conformen con las promesas del maná que habrá de caer desde Moncloa en cualquier momento. Ocurre que, en víspera de la supuesta alegría, la “lluvia” se pospone sine die y, por eso, aquí el personal está ya harto de prórrogas.

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