EDITORIAL

Con el deporte femenino, espejo de un país mejor

Las jugadoras del Celta Zorka celebran el ascenso a Liga Endesa en el último partido.

Las jugadoras del Celta Zorka celebran el ascenso a Liga Endesa en el último partido. / Ricardo Grobas

Enfrascados en un ambiente enmarañado de incertidumbre, conflicto y crispación, un contexto en el que prevalecen las visiones extremas, las entusiastas o las apocalípticas, la sociedad necesita espejos en los que mirarse con serenidad y orgullo, ejemplos que la animen, guías a los que seguir. En especial los más jóvenes, muchos desconcertados o directamente perdidos ante un futuro que, a la vista de lo que escuchan, leen o ven, no invita precisamente al optimismo. En ocasiones puede parecer difícil encontrar esos símbolos cuando en realidad los tenemos tan cerca. Como el deporte.

El deporte es una extraordinaria cantera de ciudadanía, una escuela de vida, que trasciende los resultados y las marcas, los éxitos y los récords. Los deportistas, con su esfuerzo, talento y pasión, se han convertido en grandes embajadores de todos aquellos valores que dignifican a una sociedad: tesón, sacrificio, fe, sentido de equipo, solidaridad, afán por mejorar, responsabilidad, liderazgo, competitividad, grandeza en la victoria y generosidad cuando los resultados no se dan, humildad...

Si Galicia, en especial Vigo y su área, siempre se ha caracterizado por aportar campeones, en los últimos tiempos son las chicas quienes han enarbolado la bandera del éxito. El deporte femenino –el que se practica de forma individual pero especialmente el colectivo– ha dado un salto de calidad asombroso. El reciente ascenso del Celta Zorka a la máxima categoría del baloncesto femenino tras una década intentándolo, el magnífico papel del Mecalia de A Guarda peleando en la final de la Copa Europea de balonmano o la conquista de la Liga del Burela en fútbol sala son solo tres ejemplos de esta extraordinaria evolución.

La Gala del Deporte, un evento que FARO DE VIGO celebra desde hace 24 años para reconocer las trayectorias de nuestros deportistas, es un fidedigno termómetro del progreso. En la última edición, en la que se entregaron premios y reconocimientos a casi setenta deportistas, por primera vez las mujeres sobrepasaron de largo a los hombres. En la ceremonia, ante mil asistentes, la judoka Laura Vázquez, campeona de España de judo júnior en la categoría de menos de 65 kilos, se convirtió en el símbolo del paso de gigante que las mujeres están protagonizando en el deporte.

En una sociedad que dice perseguir la igualdad, todavía más un desiderátum que una realidad, Laura, como otras deportistas que ya han sido premiadas en ediciones pasadas de la Gala, encarna a una joven sin miedos ni complejos, decidida a dar lo mejor sobre el tatami. Y lo hace en una modalidad que exige fuerza, inteligencia y técnica. Ella, pese a su juventud, es un referente para todas aquellas niñas que también tienen un sueño por cumplir.

Los éxitos de nuestras chicas tienen un valor doble porque generalmente los consiguen con medios limitados. Al igual que en la sociedad, sus triunfos deben superar barreras con frecuencia tan difíciles de apreciar como reales. Por eso se hace imprescindible que tanto las administraciones públicas como los actores privados de la economía hagan un mayor esfuerzo para proteger e impulsar sus carreras, individuales y colectivas, para que esas victorias dejen de considerarse solo como logros excepcionales. Necesitamos menos heroínas y más deportistas de élite con recursos dignos.

Es un honor y un prestigio contar entre nosotros a leyendas como las atletas Julia Vaquero o Estela Estévez. O campeonas en activo como las de las medallistas olímpicas Teresa Portela o la regatista Tamara Echegoyen. Pero podemos tener mucho más.

Está demostrado que las chicas de Vigo y Galicia están sobradas de talento y que su capacidad de sacrificio no tiene límites, virtudes que se extienden mucho más allá del deporte, no hay más que ver los resultados académicos. Pero la experiencia nos enseña que todo eso no es suficiente. Ellas necesitan más apoyo de todos. El primero, económico. Suele suceder que después de cada triunfo, las deportistas participen en un carrusel de visitas en las que nuestros gobernantes posan ufanos junto a ellas. Y con la foto llegan las promesas. Pasado el tiempo, esos compromisos corren el riesgo de diluirse o empequeñecerse. Esa utilización política tramposa debe erradicarse. Si se promete, se cumple. Sin excusas. Y los patrocinadores privados deben volcarse en apoyar a nuestros equipos femeninos porque difícilmente encontrarán mejores embajadores para sus marcas. Esa sería la mejor forma de expresar el compromiso con el territorio y el orgullo con sus gentes que acostumbran a proclamar.

La reciente visita a FARO de Miguel Méndez, seleccionador nacional de baloncesto femenino, y Cristina Cantero, entrenadora del Celta Zorka Recalvi, dejó un mensaje contundente a las administraciones y empresarios: “Es el momento de apostar por nosotros; la hora de arriesgar”. Ojalá no caiga en saco roto.

Nuestras deportistas se han ganado el reconocimiento y aprecio sociales. Desde FARO siempre le hemos dedicado un amplio espacio a sus logros, pero también a su silencioso trabajo, más allá de los resultados. Y seguiremos haciéndolo si cabe con más ahínco. Por convicción y por justicia. Porque ellas –con el apoyo de entrenadores, directivos y familiares– ejemplifican como pocas la batalla por la igualdad y el amor por un territorio. Ellas constituyen, en definitiva, la personificación de lo mejor de una sociedad más justa e igualitaria. Esa que aspiramos a construir cada día.

opinion@farodevigo.es