Crónica Política

Un fallo y un abuso

Javier Sánchez de Dios

Javier Sánchez de Dios

Uno de los elementos que casi nadie discute, y menos a estas alturas, en la ciencia económica, es que entre los factores principales para llevar un negocio a la ruina, y dañar en extremo al sector al que pertenezca el burlador, es tomarle el pelo al cliente. Algunos analistas endurecen los términos y hablan, probablemente con razón, de “timo”, lo que todo el mundo entiende a la primera. Eso es lo que, de acuerdo con los datos que acaba de publicar FARO DE VIGO, ha ocurrido con buena parte de la hostelería de la ciudad más importante de Galicia a la hora de alojar a muchos de los visitantes que acudieron a la cita de “Conxemar”, una de las citas de referencia en media Europa.

(Esta es, sin duda, una cuestión “política” en sentido literal, aquello que afecta a la polis, a su ordenación y la seguridad que ha de prestar a propios y extraños también en el aspecto económico. Es decir, lo contrario de lo que este periódico titulaba hace apenas unas horas “Clamor contra los precios abusivos de los hoteles de Conxemar”, y –añadía– “hasta 1.200 euros por dos noches”. Un titular exacto y aún misericordioso, ya que podría haber sido aún más duro y hablado de “escándalo” y nadie se lo reprocharía. Y es casi seguro que los afectados aplaudirían. Ahora, habrá que estar a la espera de que se concreten los daños, que no se va a reducir sólo a los hoteles, sino a la imagen del sector.)

El abuso sólo se puede explicar, que no justificar, desde el exceso de ambición para aprovechar la afluencia de visitantes a la feria y buscar mejor recaudación. Pero de ser así resultaría peor el supuesto remedio que la enfermedad que un día y durante demasiado, mató a mucha gente y enflaqueció la economía de no pocos hoteles. Pero el beneficio, en el caso de que lo hubiese, ni siquiera puede compensar esa especie de aquelarre en favor de la inflación que al menos durante un par de jornadas constituyen los hechos narrados por FARO. Y que se resumen en el término elegido por el decano de la prensa española en su titular “clamor contra los precios”. Conviene no olvidar esa reacción de los afectados porque quizá dañe, y ojalá que no, a la ciudad misma.

Cumple, por tanto, reaccionar. Y ahí es donde ha de significarse el sector, a la vez que la propia patronal e incluso las administraciones. Que tienen canales bastantes para examinar lo ocurrido, determinar las responsabilidades y, además de sancionar si procede, revisar los fallos habidos en los mecanismos de control, que son como las brujas: que haberlos, haylos pero en este caso -como en otros, resulta obvio que no funcionaron. Por eso cabe preguntarse por qué y cómo pasan esas cosas en un país en el que teóricamente al menos, existen canales para impedirlos y, por supuesto, una legión de personal para que nada haga fracasar el tinglado. Con perdón por llamarle así, pero es que lo parece.

Conste que se insiste en que lo que ha pasado no es una catástrofe, pero sí un abuso y un fallo poco explicable en la gestión de un evento que hasta ahora había permitido el desarrollo y nombradío de que goza. Cierto que ha perdido parte de su imagen con este incidente, pero es recuperable si todos intervienen para llevar a cabo la tarea a desarrollar. Porque el mejor escribano echa un borrón, pero ha de reparar lo antes posible el descuido. Entre otros motivos para evitar males mayores y para que nadie repita aquella frase de Churchill tras la batalla de Inglaterra, pero adaptada: “nunca tantos tuvieron que padecer tanto los errores de tan pocos”.