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Camino al 28-M, mucho más que una batalla municipal

Una mujer elige papeleta en una cabina de votación en las municipales de 2019.

Una mujer elige papeleta en una cabina de votación en las municipales de 2019. / Bernabé / Javier Lalín

El viernes arrancó formalmente la campaña de las elecciones municipales del 28 de mayo. Formalmente, porque los partidos políticos y sus cabezas de lista llevan meses en modo electoral. Los ciudadanos lo saben mejor que nadie porque sufren desde hace demasiado tiempo promesas, anuncios y proyectos en una suerte de “más madera” que son acogidas con frecuencia con un inteligente escepticismo que les blinda de posteriores decepciones. Como dice el refrán, cuando la limosna es mucha, hasta el santo desconfía.

Si todos los comicios tienen su importancia, estos lo son especialmente. Primero porque la gestión municipal tiene un impacto directo sobre la vida ciudadana. Tráfico, limpieza, seguridad, infraestructuras, protección social, vivienda... dejan de ser conceptos abstractos para convertirse en hechos tangibles. Así que el 28-M los votantes decidirán con su papeleta dos cosas: si el nivel de satisfacción con sus gobiernos locales es el suficiente para revalidar su confianza en ellos o si, por el contrario, ha llegado el momento de la alternativa.

Las encuestas conocidas hasta ahora –FARO publicará un amplio estudio demoscópico el próximo fin de semana– parecen inclinarse por la primera opción, al menos en las ciudades, en donde todo parece indicar que se mantendrá, en algunos casos con matices, el actual status quo. Pero es sabido que las encuestas las carga el diablo y que bien harían unos y otros en no anticipar euforias o decepciones.

El mapa político ofrece una paradoja al que los gallegos parece que nos hemos acostumbrado sin conflicto: por un lado, las urbes son dirigidas por la izquierda –ya sea en solitario como el caso de Vigo o en coaliciones a varias bandas– y la Xunta por la derecha, que también controla los pequeños municipios. Este escenario ha permitido al bloque de izquierda presidir tres de las cuatro diputaciones. Ourense es la excepción, aunque para ello el PP haya tenido que negociar un intercambio de cromos con el excéntrico regidor Gonzalo Pérez Jácome, envuelto ahora en un sonoro escándalo de presuntos cohechos, entre otras irregularidades.

El 28-M pondrá a prueba este modelo. Es un exhaustivo test de estrés político que, en esta ocasión, presenta la singularidad de la renovación de dos de los tres líderes autonómicos. Porque serán las primeras elecciones que afronte Alfonso Rueda como presidente del PP gallego, y también el estreno de Valentín González Formoso, como secretario xeral del PSdeG, un cargo que no implica que sea el candidato a la Xunta, un melón que los socialistas deberán abrir tras los comicios y en el que el flamante delegado del Gobierno, José Ramón Gómez Besteiro, tiene muchas papeletas.

Si bien la naturaleza del 28-M es eminentemente local, eso no exime que su lectura trascienda a lo autonómico. Así, Rueda, que accedió al cargo por decisión personal de Alberto Núñez Feijóo, tiene una primera oportunidad para reforzar su posición. Si logra mejorar los resultados de 2019, que ya eran malos, será un espaldarazo. Si los mantiene, siempre podrá alegar que Feijóo no lo hizo mejor. Pero si los empeora, sería como empezar la carrera como líder con un tropezón.

Formoso, por su parte, necesita revalidar las actuales alcaldías y diputaciones y arañar otras para demostrar que el PSdeG tras la debacle en los comicios autonómicos de 2020 –en los que el BNG les superó como segunda fuerza en el Parlamento–, toma impulso ante los dos nuevos desafíos electorales: generales a final de año y gallegas en la primavera de 2024, si es que éstas no se adelantan para hacerlas coincidir con las legislativas, una posibilidad que hace unos meses casi todo el mundo descartaba pero que empieza a tomar cuerpo en ciertos ambientes políticos. El PSdeG tiene que dar un paso adelante, de lo contrario la percepción de que todo sigue igual equivaldría a perder una vez más el tren de la Xunta.

El Bloque es el tercer gran actor de este 28-M. Hasta ahora la formación que dirige Ana Pontón no ha sido capaz de trasladar su fortaleza en la política autonómica al terreno municipal. Las alcaldías que controlan son escasas –aunque algunas tengan un notable valor como la de Pontevedra– y lo cierto es que las expectativas no parecen mejorar sustancialmente lo ya cosechado. Y este sería un problema porque evidenciaría que los gallegos siguen situando al BNG como un partido de oposición, al que no le conceden mayores responsabilidades que fiscalizar la acción de la Xunta. El Bloque, como segunda fuerza parlamentaria, debería marcarse como imperativo trasladar ese peso en el Parlamento al ámbito municipal si aspira a convertirse en una alternativa creíble.

Así que el 28-M se juega en el terreno local, en el autonómico y también en el estatal. El Partido Popular nacional, que preside Núñez Feijóo, se planteó en su día las elecciones autonómicas –en aquellas comunidades en las que se celebran– y locales como una primera vuelta para desalojar a Pedro Sánchez de la Moncloa. Ese enfoque se ha ido diluyendo con el paso de las semanas, quizá porque, planteado en esos términos, si el PP obtuviese magros resultados, eso significaría, según la tesis popular, el reforzamiento del sanchismo y un varapalo para Feijóo y su dirección.

En todo caso, por mucho que quieran dar marcha atrás, parece evidente que si Sánchez sale vivo, ya no indemne, de estos comicios, la incertidumbre sobre una victoria del PP en las elecciones de diciembre se extendería, sobre todo en aquellos sectores políticos y de la opinión publicada matritenses que miran a Isabel Díaz Ayuso como la gran esperanza blanca, todavía más si conquista la mayoría absoluta en Madrid.

Se inicia ahora un ciclo electoral apasionante con tres hitos. Buscar una relación directa causa efecto entre ellos sería desproporcionado, pero obviar que son factores interconectados resultaría un error. El 28-M los gallegos eligen a sus alcaldes y alcaldesas, aunque el mensaje va más allá. Como bien saben todos los afectados, pese a que pretendan disfrazarlo de mera batalla municipalista. La hemeroteca, tozuda como nadie, está ahí para comprobarlo.