Esclavos no, pero señores, sí

Carmen Martínez-Fortún

Carmen Martínez-Fortún

Una hermana de mi suegra, joven y chispeante, pese o precisamente por haber cumplido ya los ochenta, contaba en una sobremesa sin perder la sonrisa, que en los últimos años de su marido, impedido por dolorosa enfermedad inhabilitante, contrataron un asistente, el cual, dolido por ignotos agravios, se despidió una tarde sin más, no sin antes esparcir toda una cazuela de arroz hervido por la alfombra del hall al grito de “¡Ya no hay esclavos ni señores!”.

–¿Qué hiciste? –le pregunté asombrada, a lo que me respondió negando primero con la cabeza y luego asintiendo para reforzar sus palabras: “Esclavos no, pero señores, sí”.

Esa verdad que para tía Viqui es tan evidente, resulta incómoda para Petro, presidente de Colombia, que necesitó reivindicarse con la desagradable ostentación de su mala educación, su rencor milenario o su complejo de sometido, al saltarse el protocolo en la cena de honor que le ofrecieron los reyes de España, todo elegancia, señorío y cortesía.

Negándose a vestir el frac, símbolo para él de elitismo y antidemocracia, mientras Felipe VI le agasajaba y colmaba de detalles, demostró una vez más que el populismo mantiene su mensaje hueco sobre el odio y el despecho indeleble por ofensas del pasado que se empeñan en resucitar.

El hombre, sin embargo, no tuvo empacho en colgarse el collar de la orden de Isabel la Católica, y vaya usted a saber por qué anduvo tan campante paseando tan abominable símbolo del yugo español. Se encontraría favorecido, porque, la verdad, dudo que fuera por agradecer a tan magnífica reina sus desvelos por los indígenas y sus órdenes estrictas de entre las dieciséis que redactó para Colón, de que se les tratara “muy bien y con cariño” y se abstuvieran de “hacerles ningún daño, disponiendo que ambos pueblos debían conversar e intimar y servir los unos a los otros en todo lo que puedan”. Como tantos políticos que necesitan el rencor, el antiguo guerrillero sigue inmerso en la leyenda negra y en ese mundo superado de esclavos. Y tal parece que no le tiró el arroz a Letizia porque no lo tenía a mano.

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