¿Quién salvará Doñana?

Ángela Labordeta

Ángela Labordeta

Las cosas se recuerdan porque hay algo que marca ese instante con un destello fugaz. Soy la mediana de tres hermanas y sin embargo, y a pesar de haber vivido juntas muchas cosas, nuestros recuerdos, los que hemos instalado en la pared cada vez menos blanca de nuestra retina, no coinciden e incluso son dispares y en ocasiones contradictorios, porque lo que ellas recuerdan como blanco y luminoso, yo lo vislumbro gris y doloroso y a veces pienso que quién me robó el mes de abril hace tantos años que ya no sé ver las cosas con el color inmaculado de la esperanza y de la risa.

Hablo de los recuerdos porque creo que es preciso y necesario recordar, aunque en ocasiones esos recuerdos nos resulten molestos e incluso nos descubran que no hicimos lo correcto, sino que más bien desencadenamos una borrachera de embustes que terminó por dinamitar cualquier posible solución, cuando hubo un momento en el que la solución todavía era posible.

Sobre el recuerdo hay algo que me gustaría que sucediese y es que en cada campaña política que se diseña de cara a unas elecciones, sean autonómicas, generales o municipales, sus responsables supieran de qué forma sus propuestas crean expectativas que en algunos casos son borrachera de infortunios y generan con el paso de los años el peor de los recuerdos, porque dejan la tierra marcada con la, a menudo, desnaturalizada mano del hombre.

En esta precampaña Doñana ha saltado como lo hace un gato que se siente acorralado y así el Gobierno de Andalucía ha presentado un plan de regadíos en la corona norte de Doñana que Europa ha rechazado de forma tajante, cuando el pasado lunes el comisario responsable, Virginijus Sinkevicius, le dijo en persona al consejero de Sostenibilidad, Medio Ambiente y portavoz de la Junta de Andalucía, Ramón Fernández-Pacheco, estas palabras: “La preocupación es máxima, las medidas van en la dirección opuesta a la que deberían y el riesgo de degradar Doñana es alto e inadmisible”.

Pero la juerga sigue porque Doñana no es más que una excusa para la guerra política y la desautorización de unos contra otros, sin que el PP y Vox comprendan que no es tiempo para hacer todas las barbaridades que a uno se le ocurran sin escuchar las voces de los expertos.

Si ellos no recuerdan los interminables días de lluvia que calmaban al polen y despertaban a los ríos y una y otra vez niegan el cambio climático, poco podemos hacer, solo saber que con sus decisiones conseguirán sin duda que su presente sea nuestro peor recuerdo.

Suscríbete para seguir leyendo