De un país
Sánchez al acecho
Cuando se cumple un año de su entrada en la política española, Feijóo muestra las insuficiencias de su proyecto político. Ni consigue el trasvase de votantes socialistas, ni logra arrinconar a Vox, ni formula el discurso en fondo y forma que sintonice con el grueso de la ciudadanía. Doce meses después de aquella operación relámpago que dejó en la cuneta de la historia a Casado, Feijóo transmite demasiadas señales de inconsistencia. Todo empezó a torcerse en el Senado, en el mes de septiembre, durante el primer cara a cara con Sánchez, un desafío del entonces envalentonado Feijóo. Sin preámbulos, el presidente le buscó la yugular y el expresidente de la Xunta descubrió de inmediato lo inadecuado de sus prestaciones para enfrentarse a tamaña bestia. Del pasado otoño a este mes de abril, la tendencia a la baja del PP y el propio Feijóo, según datos del CIS, no ha hecho sino consolidarse.
Mientras Feijóo gasta energías en su propia charca, braceando por dejar atrás a Vox, aplicando torniquetes en los errores de sus dirigentes territoriales y barruntando las consecuencias de que Ayuso consiga la mayoría absoluta en la Comunidad de Madrid y no se logre la de Valencia, Pedro Sánchez se prodiga en múltiples operaciones tácticas. Ni Felipe González en los viejos tiempos calmos de teorización europea o José María Aznar, en su enfebrecimiento militarista global, consiguieron la ubicuidad actual de Pedro Sánchez. El presidente del Gobierno lo mismo está en la agenda catalana, los humedales de Doñana o tratando de que no se le desmonte el gobierno Frankenstein que en la presidencia de turno de la UE, el complicado entendimiento con China o atendiendo la golosa invitación de Biden. Sánchez une a su probada capacidad de resistencia una muy alta dosis de baraka, de suerte.
Y pese a tanto dinamismo, oportunismo, ejecutoriedad del BOE y encanto derrochado, Pedro Sánchez no acaba de hacer saltar la banca, si se permite la expresión de casino. Salvo el CIS, nadie da al PSOE ganador en unas elecciones generales: no se producen trasvases de votantes de Ciudadanos o de desencantados de la crisis de UP, ni se percibe la capitalización de la gestión del gobierno. El multipartidismo se consolida en bloques ideológicos, izquierda y derecha, y en esa línea de frente estabilizado el vertiginoso tacticismo de Sánchez y la transversalidad histórica del PSOE encuentran sus propios límites.
Sería una paradoja perversa de la política que la necesaria mayor exposición de Feijóo facilitara el impulso definitivo que su rival Sánchez acecha.
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