Crónicas galantes

La cortesía del gallego

Ánxel Vence

Ánxel Vence

Tienen los gallegos fama de cuitados, cosa que viene a ser lo mismo que apocado, tímido o escasamente voluntarioso. Quizá a causa de esa timidez, los ciudadanos de Vigo y A Coruña son los que gastan mejores modales de España, si hemos de creer a lo que dice un sondeo elaborado por la web educativa Preplay. No es que seamos retraídos, como se pensaba hasta ahora. Es que somos riquiños.

Tampoco hay que venirse arriba con este tipo de encuestas (o cualesquiera otras). Cuando se trata de asuntos tan subjetivos como la buena o mala educación, las opiniones suelen estar adobadas de prejuicios. Y, en el caso de este sondeo, a los encuestados se les invitó a opinar sobre el lugar en el que viven, lo que deja un ancho margen al chovinismo.

Como quiera que sea, los autores del estudio demoscópico valoraron aspectos tan diversos como hablar a voz en grito, enfrascarse con el móvil mientras uno está en una reunión, no respetar el espacio personal o saltarse las colas. Cualquier extranjero identificaría esos hábitos como típicamente españoles, sin distinción de reinos autónomos; pero lo cierto es que, dentro de lo malo, vigueses y coruñeses son los que salen mejor parados en el escrutinio.

A favor de este resultado aboga el hecho de que años atrás existiese en A Coruña –y tal vez exista aún– un club dedicado a la promoción de los buenos modales entre los jóvenes. Esa excéntrica institución organizaba cursillos para inculcar a los rapaces las normas elementales de cortesía, que en su opinión “hacen agradable la convivencia” y propician “la virtud de la afabilidad”. O sea: que hay precedentes.

“Buena parece la noticia de que los más comedidos –o amables– de España sean de Vigo y A Coruña”

Tampoco ha de ser casual que uno de los pocos tratados de urbanidad con enjundia literaria –“Las buenas maneras”, de Eduardo Blanco Amor– haya sido escrito precisamente por un gallego. Blanco Amor, que fue hombre viajado, como es hábito muchas veces forzoso en este país, lo escribió en clave de humor, que es la forma más seria de hacer las cosas. Baste ver la elegancia con la que se mofaba en ese texto de las “clases neocomerciales”.

Han tenido que venir los extremistas de izquierda y de derecha, tan populares en los últimos años, para que la gente valore las ventajas de la buena educación, que siempre es revolucionaria.

En lo que tienen de consideración hacia los otros, los buenos modales resultan efectivamente un ejercicio de lo más progresista que uno pueda imaginar. Nadie dudará, desde luego, de que un país bien educado y, por tanto, respetuoso con otras opiniones y culturas, ha de ser por fuerza menos propenso al racismo, a la xenofobia y a otras formas de barbarie entre las que acaso la chabacanería no sea la menos molesta de todas. No hay más que ver la tele para comprobarlo.

Buena parece, por tanto, la noticia de que los ciudadanos más comedidos –o amables– de España sean los que viven en las dos principales ciudades gallegas.

Aunque las encuestas son lo que son y no conviene darles más crédito del necesario, bien podría ocurrir que Galicia conservase todavía los hábitos corteses propios de la sociedad campesina que fue hasta anteayer mismo. Alguna ventaja habría de tener la timidez.

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