Crónica Política

La “partidización”

Javier Sánchez de Dios

Javier Sánchez de Dios

A estas alturas, y en una gran parte de lo que se refiere a la salud pública y a la sanidad, que debe cuidarla, lo único que se percibe es confusión. Una cuestión tan seria, que en principio habría de ser abordada con un máximo de profesionalidad –a todos los niveles– y sin demagogia, parece estar alimentada por una cohorte de gurús de la política a los que, a pesar de lo que aseguran con mayor o menor apariencia de solemnidad, le importa un rábano el prójimo. Incluyendo a quienes les doran la píldora porque su objetivo es, tan solo, desgastar a los gobiernos con tal estridencia y reiteración que podría sospecharse que denuncian solo miseria y caos. Pero no es eso: es política, con minúscula.

Lo primero, es obvio, resulta una exageración. Nada hay de miseria en la estructura sanitaria española, por más que resulte manifiestamente mejorable. Y en concreto en referencia a los sueldos, porque están en la prioridad de todas las manifestaciones. Y eso a pesar de que los de muchos sanitarios son mejores que la media de los trabajadores de su nivel en los diferentes escalafones administrativos. Aunque resulta opinable, desde luego, ya que es cierto que las cifras son la suma de guardias, retenes y el salario fijado y también lo es que en esa profesión hay varios países de la Europa comunitaria que pagan bastante mejor, si bien en algunos las condiciones son peores que las varias comunidades españolas.

Cuanto precede, y lo demás, no pretende ser en modo alguno una diatriba contra la profesión sanitaria. Porque nunca se podrá olvidar su papel abnegado y su condición heroica en la pandemia del COVID-19, del mismo modo que nadie que haya estado cierto tiempo como paciente en un hospital –y quien esto escribe es uno de ellos y con reiteración– negará admiración y respeto por una gran mayoría de los profesionales de cualquier nivel. Incluso a la hora de las reivindicaciones: nadie puede negar su derecho a hacerlas como les parezca, aunque haya formas del todo discutible y lemas que están teñidos de algo que no es propio.

Ahí surge la discrepancia, porque el principal de los objetivos de quienes integran la llamada “marea blanca” no es mejorar la sanidad pública, sino desgastar al gobierno, central o comunitario de cualquier color –depende de la ideología de los convocantes– y parte de sus denuncias falsean la realidad utilizando verdades a medias que, como apuntó el clásico, no son medias verdades sino mentiras dobles. Es también opinión, pero se puede contrastar con una reflexión sencilla: si fueran argumentos irrefutables no se emplearían en las protestas contra el PP donde gobierna y contra el PSOE u otros en su caso. Hay una politización, o quizá una “partidización” que es imposible de negar.

Lo es –imposible– porque se repite cada vez que se acercan elecciones. Eso se puede considerar malo, regular o bueno, pero ahí está. Y eso desvirtúa las auténticas intenciones de la “marea” además de confirmarse por el dato irrefutable que apunta a que las prácticamente idénticas exigencias se hacen, como quedó dicho, con los diferentes gobiernos. Y en Galicia, además, por otro dato revelador: entre quienes están en la calle exigiendo soluciones hay no pocos que hace unos años, casi veinte, formaron parte de la Xunta bipartita –PSOE y BNG–, lo que, además de subrayar que por el Ejecutivo autonómico ya pasaron todos –aunque unos estuvieron y están mucho más tiempo que otros– y no arreglaron ni siquiera disimularon el problema. Y entonces había más médico/as y enfermeras/os, y no habían conseguido el reconocimiento profesional que hoy en día se han ganado y ya entonces merecían. Quizá habría que reflexionar sobre eso.

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