El próximo año va a ser un año electoral: habrán de convocarse elecciones municipales, autonómicas y generales. Lo cual implica que la lucha política se hará bizqueando: con un ojo se mirará a la realidad del momento presente, y con el otro al próximo año. Toda actuación política va a estar teñida por un matiz electoral que se presenta más reñida que nunca porque el mapa político actual pude cambiar sensiblemente. Y es que la foto fija que vienen mostrando las encuestas coincide en pronosticar un ascenso sostenido del PP que se sitúa claramente por encima de la coalición gobernante, lo cual hace pensar en una clara victoria electoral de los populares, la cual tratará de impedir la coalición gobernante por todos los medios a su alcance.

No es de extrañar por eso que dicha coalición aprovechara el último cartucho importante que le quedaba para tratar de revertir la situación y ganarse nuevamente el favor de los electores o, al menos, que la posible derrota lo fuera por estrechos márgenes. Cuando hablo de último cartucho electoral me estoy refiriendo, como habrán intuido, a los Presupuestos Generales del Estado para el año 2023.

Pues bien, en contra de la recomendación del FMI que pidió a los distintos países que desplegaran políticas fiscales prudentes para ayudar a los bancos centrales a combatir la inflación, nuestros Presupuestos anuales del 2023, negociados por el PSOE y Podemos, lejos de estar diseñados para responder a la crisis económica que se avecina, suponen echar la casa por la ventana por prever un “gasto social histórico”.

Como la mayoría aritmética parlamentaria que apoya al Gobierno va a aprobar con toda seguridad los Presupuestos previa obtención de las contraprestaciones que procedan la pregunta que surge inmediatamente es si los partidos de la coalición gobernante con ese “gasto social histórico” van a poder salvar las elecciones.

Es obvio que la respuesta a la pregunta que antecede nos adentra en el terreno de los pronósticos y en dicho ámbito la respuesta de cada uno puede estar influenciada por diversos factores distorsionantes, como son los deseos personales y el carácter optimista o pesimista del pronosticador. En las líneas que siguen trataré de darles a conocer mi parecer personal, haciendo una valoración, lo más objetiva posible, de las circunstancias que creo que más van a influir en los resultados de las próximas contiendas electorales.

A tal efecto, y como quiera que las medidas que integran ese “gasto social histórico” comenzarán a ponerse en práctica en 2023, no estaría demás referirse al punto de partida desde el que inicia Sánchez su pretendida “remontada electoral”. Y para describirlo nada mejor que basarse en ciertos hechos que rodean últimamente la actuación política del presidente del gobierno español.

Como recordarán algunos de ustedes, en el pasado mes de agosto, la ejecutiva del PSOE decidió poner en marcha una campaña titulada “El Gobierno de la gente” cuyo objetivo era llegar a “todos los rincones de España” para explicar las acciones llevadas a cabo por el ala socialista del Ejecutivo, la cual consistía en la celebración de 30 actos que recordasen a la gira que Sánchez puso en marcha en 2017 tras haber sido defenestrado por el propio PSOE.

Estarán también suficientemente enterados de que el primer acto tuvo lugar en Sevilla, a comienzos de septiembre, y concretamente en el barrio de Pino Montano. Entonces el presidente fue recibido con pitos y abucheos y en este acto se hizo famosa la pancarta “Que te vote Txapote”. El segundo encuentro iba a tener lugar unos días más tarde en Toledo, pero el presidente lo canceló por “motivos de agenda” y tuvo que ser reprogramado. No corrió mucha mejor suerte que el anterior en la nueva fecha, ya que allí volvieron a escucharse gritos de “¡Gobierno, dimisión!”. La campaña de “actos con la gente” finalizó tras esas dos experiencias y ha pasado a ser “encuentros a puerta cerrada con la militancia socialista”. Todo lo cual parece haber convertido la campa “el gobierno de la gente” en un rotundo fracaso.

"Aunque se tenga al pueblo por poco interesado en política, lo que parece existir es la influencia decisiva que tienen en el actual Gobierno tanto los pactos con sediciosos catalanes como los filoetarras de Bildu"

Visto lo que antecede, ni siquiera los más optimistas pueden asegurar que la figura del presidente produzca olas de entusiasmo entre los electores. Más bien todo lo contario, de rechazo, cuando no de indignación. ¿Por qué razón? Con seguridad habrá más de una causa y cada uno de los irritados tendrá sus propias razones, pero para mí la gran desilusión del electorado tiene que ver con los pactos postelectorales que celebró Pedro Sánchez para alcanzar la presidencia del gobierno. En ellos incumplió flagrantemente compromisos firmemente asumidos sobre sus futuras relaciones con Unidas Podemos, así como promesas efectuadas en plena campaña electoral sobre sus relaciones con los sediciosos independentistas catalanes a los que, por si lo anterior no fuera suficiente, acabó indultando. A todo lo cual hay que añadir que, aunque se tenga al pueblo por poco interesado en política, lo que parece existir es la influencia decisiva que tienen en el actual Gobierno tanto los pactos con sediciosos catalanes como los filoetarras de Bildu.

Llegados a este punto, las preguntas son: ¿logrará el gasto social histórico previsto en los Presupuestos Generales del Estado para 2023 cambiar ese sentir de una parte del pueblo español? ¿con todo el “paquetón” de medidas, como la gran subida de las pensiones, el aumento del sueldo de los funcionarios, nuevos cheques para las madres, bonos de alquiler para los jóvenes, trenes gratis, etc. va a conseguir Sánchez que le vuelva a otorgar su confianza el que parece decepcionado electorado español?

La respuesta a esta nueva pregunta es otra especulación. Pero tal vez el resultado de las recientes elecciones andaluzas nos ayude a contestarla: a veces los pueblos ponen por delante de su propio bienestar económico otras motivaciones, como por ejemplo la credibilidad. El presidente no parece que haya conseguido la credibilidad imprescindible para gozar del favor del pueblo, razón por la cual no será fácil que solo con dinero pueda revertir su situación electoral.