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Joaquín Rábago.

La deshumanización del enemigo

No hay guerra en la que no se deshumanice al enemigo, en quien se vuelca de pronto todo el odio de que es capaz –¡y no es poco!– el ser humano: la de Ucrania no es por supuesto una excepción. Leí el otro día en un semanario alemán nada sospechoso de complicidad con la Rusia de Putin (1) un reportaje insólito en torno al regimiento Azov, que protagonizó recientemente una defensa casi numantina en una gran planta siderúrgica que lleva su nombre.

Se trata de la famosa unidad militar de la Guardia Nacional de Ucrania, dependiente del Ministerio del Interior, que tuvo un papel destacado en la guerra del Donbás, la región mayoritariamente rusófona que sirvió de pretexto a Moscú para invadir Ucrania. El reportero se había trasladado a la línea del frente al norte de Mariupol, donde entrevistó a varios miembros de ese regimiento con fama de estar integrado en parte por elementos que no solo la machacona propaganda rusa calificaría de “fascistas”.

Uno de los jefes militares, al que se identifica solo por el nombre de Trainer, manifiesta el concepto que tiene del ser humano: “Hay dos tipos de seres humanos. Unos son depredadores que matan. Son los fuertes. El resto son simples presas a liquidar. La evolución favorece siempre a los fuertes”.

Otro, dirigiéndose al periodista, le pregunta "si cree que los rusos son seres humanos” y, cuando ese, a su vez, le replica “¿acaso no lo son?", el tal Igor responde: “Solo son zombis”. Un tercer miembro del batallón trata de hacer un chiste de dudoso gusto: “¿Qué siente uno cuando mata a un ruso? El retroceso de su kalashnikov”.

El reportero afirma haber oído repetidamente la frase “Somos la familia Azov” y explica que esa red se le asemeja a un grupo de ‘boy scouts’ con una ideología “entre el ultranacionalismo más extremo, la mitología de la virilidad y el ascetismo”.

“Un alto mando militar ucraniano: ‘Hay dos tipos de seres humanos. Unos son depredadores que matan. El resto son simples presas’”

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En un momento determinado, el jefe de la unidad antes citado, Trainer, le dice al periodista: “Ya no vamos a hacer prisioneros. A partir de ahora los mataremos a todos”.

La infraestructura digital de Ucrania, explica el reportero, depende del internet por satélite del multimillonario empresario estadounidense Elon Musk, que lo ha puesto gratuitamente a disposición del Ejército de ese país su sistema Starlink.

Los hombres de Trainer pueden seguir gracias a Starlink en una pantalla todos los movimientos que se producen en el frente y enviarlos inmediatamente al mando central, donde hay otras unidades de Ejército ucraniano. Quienes integran estas últimas, explica el reportero, parecen escolares, comparados con los de Azov, por quienes aquellos no ocultan su admiración: “Están mejor formados. Llevan adiestrándose desde que comenzó la guerra del Donbás en 2014”.

Mientras tanto un escritor ucraniano llamado Volodímir Rafeyenko, cuya lengua materna es el ruso, en el que había escrito hasta ahora todos sus libros, confiesa en un artículo publicado en la prensa alemana que no volverá a utilizar el idioma del agresor. Ese idioma, que Refeyenko, llama “lengua Z”, por la letra que se ha convertido en símbolo de la invasión rusa, es tabú, escribe, para quienes se hayan visto aun mínimamente afectados por el infierno que han desatado las bestias rusas en nuestro país”

¡Como si la lengua de Chéjov, Gogol o Pasternak tuviera la mínima culpa!

(1) ‘Die Zeit’

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