El problema de criticar a los gobiernos centrales –en general, aunque a unos más que a otros– desde Galicia es que hay tantos motivos, y tan diversos, que puede acabar convirtiéndose en crónico. Y como de ahí a la apariencia de manía hay apenas un paso, lo que puede ser una obligación esperanzadora se convierte en un fracaso. Porque incluso aquí, en esta tierra, no son pocos los que, por disciplina de partido o por simple conformismo, se contentan con lo que les dan y hablan, cuando otros reclaman, de “victimismo” o de “localismo” y hasta, los más miopes, de “egoísmo”. Una actitud que los no muy mayores despachaban antes con aquello, tan significativo, del váiche boa, pero que en estos tiempos parece haber quedado en el desván.

Viene a cuento, el exordio, de esa noticia de FARO DE VIGO según la cual el Ministerio correspondiente anuncia su disposición a seguir atendiendo a Galicia por parcelas, desde lejos y como de mala gana. Porque, en el asunto del corredor de mercancías ferroviarias, va a iniciarlo en el Noroeste con el tramo entre Lugo y Ourense por Monforte de Lemos. Confundiendo el culo con las témporas –y, lo que es peor, dando la impresión, malévola, de que decide lo contrario de lo que propone la Xunta–, algo que de confirmarse necesitaría palabras más gruesas. La lógica obligaría a desechar semejante sospecha por absurda, pero tratándose de las políticas que se gestan en Moncloa, cualquier cosa es posible.

En este punto, y para evitar malos entendidos, procede afirmar que cuanto queda dicho no supone crítica hacia la mera decisión de unir en términos ferroviarios el interior de Galicia con algo que se parece a una línea paralela al AVE atlántico. Y por tanto es de aplaudir porque, además, se trata de una reivindicación no ya del gobierno autonómico, sino de la sociedad gallega. E incluso prometida por el central, en época de don Mariano Rajoy, pero referida básicamente al transporte de pasajeros, sin descartar mercancías, para dotar a Lugo de un AVE que efectivamente, viene reclamando la provincia desde hace mucho. Pero el Corredor Atlántico de Mercancías es otra cosa.

(No se trata de recordar que lo que ahora anuncia el Ministerio no asigna un solo euro a la salida sur, por Vigo, de ese Corredor –aunque ese “olvido”, después de la reciente exigencia del alcalde don Abel Caballero de un tramo subterráneo de más de diez kilómetros, hasta Porriño, es significativo– sino que el proyecto no se planteaba tal como ahora se ofrece. Ni, desde luego, se parece al del Mediterráneo: el objetivo de ambos era, y es preciso insistir, conectar los puertos de interés general con del resto del mundo. Y, aquí, esos puntos son Vigo, Marín, Vilagarcía de Arousa, A Coruña y Ferrol, salvo error u omisión de quien expresa este punto de vista, como siempre personal.)

Antes de que a alguien se le olvide, no está de más recordar que lo planteado por el Gobierno central, además de aplazar sine die –porque no comprende fechas– el Corredor Atlántico, elimina cualquier parecido con el del otro lado de la península. El del Mediterráneo, desde Almería, llega hasta la frontera francesa pasando por Murcia, Valencia y, lógicamente, Cataluña, además de un enlace con Zaragoza. Galicia no pide tanto: sólo que se cumpla lo prometido y, al menos, que se atiendan los planteamientos del Gobierno autonómico, que se formulan en nombre de la sociedad que habita esta tierra. Hacer lo contrario, en todo o en parte, no sólo es una descortesía sino, lisa y llanamente, una falta de respeto.