Dios era un ordenancista pelmazo hasta que llegó la moda femenina y pasó de la tentación publicitaria a la preceptiva vital.

Vale, me explico.

El dios de los monoteísmos de aquí entregó a Moisés dos tablas con 10 mandamientos, la mayoría de los cuales están hoy en el ordenamiento jurídico del mundo. Los discordes se han caído del cumplimiento general salvo para fieles.

La publicidad anunciaba las novedades, luego pasó a crear las necesidades y ahora mantiene el grado de insatisfacción personal alto y alerta con la estrategia del merecimiento instantáneo porque lo quieres ya, lo vales y no hay nadie mejor que tú.

Por el medio, la moda femenina pasó de prescriptiva a preceptiva. De “ponte esto” a “¡No puedes ir con esa pinta!”

Una preceptiva esclavizante que combina con la liberación empoderante de hacer sonar los tacones como un regimiento de húsares alados polacos a galope tendido.

Ahora todo es preceptiva, sea la corporativa de la famosa contratada por una multinacional, sea la individual de la influencer que vende su poder por unas muestras de perfume y un bolsito.

Es verdad que Moisés bajó con un taxativo sexto mandamiento de “no fornicarás” que hoy se traduce como “no cometerás actos impuros y serás fiel a tu pareja” y un represor noveno que eleva eso a los pensamientos y viene a ser “no tendrás fantasías sexuales”. A finales del siglo XX estas cosas estaban bastante saldadas en los países occidentales pero el siglo XXI trae una suma de preceptivas sexuales acerca de cómo, cuándo, por qué, con quién, con cuántos, que afecta a los actos, pensamientos, deseos, carencia de ellos, palabras, tránsito, motilidad y terminología para variantes sexuales que han esperado toda la historia humana para surgir como corras de setas de la noche a la mañana...

Rosalía saca unas canciones, que no dejan de ser música, con una nueva preceptiva para las mujeres más nuevas y deja en Twitter 20 mandamientos, el doble que las tablas de Moisés, sólo para ser motomami. Allá vosotras.