A primera vista, y sin conocer la letra pequeña –caso de que algo se haya puesto por escrito– de cuanto se acordó tras la visita de dos ministros del señor Sánchez a Galicia, hay que reconocer que al menos en lo administrativo, el país progresa. Es opinable si adecuadamente o no, pero se ha dado un paso. Hasta ahora se había consagrado el principio de convertir la provisionalidad en un espacio temporal moldeable a los hábitos de los gestores, tan práctico que podía convertirse en interminable sin causar excesivo alboroto. Salvo en los contribuyentes afectados, por supuesto.

Ocurre que ante el hecho de que ya ni las calendas graecas servían como referente para fijar los plazos, parece adoptada la sustitución del método griego por el de la improvisación, para al menos dar la sensación de que se gana tiempo. Esa es al menos desde un punto de vista particular, el balance que deja la visita de los miembros del equipo de don Pedro, con la aparente aquiescencia de la Xunta. El señor Escrivá aceptó transferir la gestión del ingreso mínimo vital al Ejecutivo autonómico después de que el asunto, mal desarrollado y peor tramitado dejase a un tercio de los solicitantes sin respuesta ni dinero.

La cuestión parecía camino de hacer endémico lo de “vuelva usted mañana” e ir dando soluciones temporales a necesidades añejas: o sea, que la renta mínima sería provisional. De ahí, quizá, que el ministro, del que dicen que no tiene un pelo de tonto, aceptase la demanda semicompetencial –otros le llaman “marrón”, a la espera de que se aclare lo del dinero– de la Xunta. Y en cuanto al balance de la otra visita, la de la ministra de Transportes y varias tareas más, resulta todavía mejor prueba del “avance” hacia la improvisación como remedio a las urgencias. Porque la encargada de las infraestructuras aceptó “estudiar dónde se ubicará el sistema de adaptación a las vías AVE”. Hosanna in excelsis.

El “detalle” es clave para que ese sistema llegue más allá de Ourense. Un dato que –aparte de “para favorecer a Vigo”, que a buenas horas mangas verdes– es prueba de que no habían tomado las decisiones para rematar la faena tras cuatro lustros de plazos elásticos, dimes y diretes. Y lo mismo podría decirse con el proyecto de la nueva estación de Ourense, cuyas obras están aún sin licitar: se va a necesitar paciencia. Claro que, afortunadamente para este Gobierno y los anteriores, si Galicia ha demostrado que tiene algo en abundancia es precisamente eso, paciencia.

Item más. Habrá que echar mano de una buena dosis de tal virtud si se pregunta acerca de qué va a ocurrir con el remate de las obras comprometidas en el otro AVE, el de Ferrol-frontera portuguesa o si, ya puestos a no perjudicar al suroeste –no solo a Vigo, que también– podrá esperarse en un plazo razonable la puesta en marcha de verdad de los estudios que abrirían la llave de la variante ferroviaria de Cerdedo. Mientras, cumple subrayar que con semejante panorama no acaba de entenderse bien la cierta satisfacción en los rostros de los responsables de este Reino tras las visitas. Debe ser, quizá, porque en casa del pobre un mendrugo parece manjar.