Pronto hará dos años del tiempo en que, ante la desolación de una pandemia de evolución incierta, se notaba al menos a nuestro lado la compañía del Estado, representado entonces en primer línea por el doctor Simón, tras el que a diario comparecían las fuerzas y cuerpos de seguridad y cada dos por tres el mismo Pedro Sánchez. Nos decían cómo iba la cosa, cuáles eran las perspectivas, daban órdenes e instrucciones, llamaban a resistir y la gente resistía. Nunca en mucho tiempo hubo un sentimiento tan claro de que, acertara o se equivocara, el Estado estaba donde tenía que estar. Meses después, en junio de 2020, el Estado empezó a irse poco a poco y hoy, cuando la sexta ola lo invade todo, con una lluvia fina que al final es la que más moja, la sensación es que el Estado, resignado a un muy liberal laissez faire, laissez passer, ni está ni se le espera.