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José Manuel Ponte

Inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

De cómo elegir el destrozo

Un contertulio del café que, a muchos meses de distancia, estudia la posibilidad de votar en las próximas elecciones generales, nos dice que el dilema se plantea al elegir entre los que destrozarán menos y los que destrozarán más. De lo que sí tiene la certeza es que, a estas alturas de la película, el destrozo ya es inevitable. Se refiere, por supuesto, a la reacción de los partidos políticos frente a una pandemia que ya dura dos años y que ha resultado ser la más dañina de todas las que afectaron a la especie humana (al menos con los datos conocidos).

En un primer momento, nos dice, toda la clase política estuvo de acuerdo en la urgente necesidad de dotar con mejores medios y más personal el servicio de Atención Primaria, siempre el primero en recibir el impacto de la extensión del contagio. Ante un enemigo, ubicuo y mutante, tan poderoso, era obligado disponer de un ejército sanitario que pudiera dar respuesta a esa amenaza con unidad de criterio. Pero en España tal cosa no existía y el panorama era desolador. El Servicio Nacional de Salud se había convertido en 17 Servicios de Salud dependientes de las comunidades autónomas y cada cual hacía la guerra por su cuenta. En algún caso, disparando los cañones contra la entidad tutelada, como ocurrió en Madrid durante la presidencia de la aristocrática Esperanza Aguirre. Que llegó a la desvergüenza de disfrazar los proyectos privatizadores de sus cachorros ultraliberales con invocaciones constantes al mejor funcionamiento de la sanidad pública. Un ambicioso proyecto que se puso en marcha con la compra de dos diputados pseudosocialistas (el famoso Tamayazo) para abrirle paso al sillón presidencial. Fueron aquellos años de gansterismo en libertad en los que se dio pie a la sucia campaña contra el doctor Montes y otros sanitarios por su supuesta implicación en la muerte de pacientes sedados en el Hospital de Leganés, para dejar sitio a otros en parecidas circunstancias.

Conviene recordar estos y otros atropellos porque todavía cabe esperar que la banda privatizadora vuelva por donde solía y aproveche la pandemia para insistir en sus planes. De momento, se entretienen cubriendo, en parte, las plazas vacantes con personal sanitario contratado temporalmente, y luego Dios dirá. Algo tramarán, porque esos emprendedores en libertad nunca están ociosos. Estos últimos meses de pandemia fue muy perceptible en las televisiones el incremento de la publicidad sobre las supuestas ventajas de la sanidad privada. Un paraíso de gente alegre y bien vestida que nos prometen curaciones rápidas y sin agobios por una módica cantidad de dinero pagadera por meses. Y sería bueno que en esos anuncios aparecieran también doña Esperanza Aguirre, doña Cristina Cifuentes y doña Isabel Ayuso, las tres luchadoras por la libertad.

Siempre se agradece que los implicados en las grandes (y secretas) maniobras del poder económico den la cara. Respecto a los planes del PSOE respecto de la Sanidad Pública también hay que estar vigilantes. Al fin y al cabo, también estuvieron de acuerdo en la cesión de competencias a las comunidades autónomas y en trocear el Insalud. Tiene razón el contertulio.

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