Opinión | LA ACERA VOLADA

Cuando las cosas no tienen sentido

A Andrés do Barro in memoriam

La vida a veces te coloca en situaciones complejas que no tienes capacidad para resolver a pesar de que en el momento te producen angustia y desasosiego.

Una de ellas sucedió un día en un plató de televisión y de la forma más anodina.

Iba a comenzar un nuevo proyecto de música popular que posteriormente se llamaría A Toda Máquina. En el programa, además de las presentaciones de diferentes bandas en un set diseñado específicamente para actuaciones musicales,, había un concurso que se desarrollaba en una especie de submarino underground diseñado por Suso Montero que, pilotado por el finado Xosé Lois “mon capitán”, junto a una tripulación formada por Sergio Pazos y Luisa Veira, llevaban a los participantes en las pruebas, estudiantes de la ESO, a un viaje ficticio por las profundidades marinas.

Entre preguntas y respuestas se increpaba en todo momento a los concursantes con acciones pergeñadas a través de un caos pilotado por Luisa Veira que asumía el personaje de Chachachá con peluca rubia y una imagen muy singular. Así, durante todo el bloque de concurso, Luisa se encargaba de molestar a los y las jóvenes concursantes con todo tipo de improperios.

El set disponía de una trampilla por donde se arrojaba a unas simuladas calderas enrojecidas y humeantes a los concursantes que quedaban eliminados. También formaban parte de la escena un zorro disecado y una joven sirena que de vez en cuando salía por la escotilla con un pecho al aire. Al final de la grabación, los participantes en el programa, que venían de colegios de toda la comunidad, se hacían una foto de recuerdo con todo el equipo. Más allá de que fueran laicos, religiosos, privados, públicos concertados, en todos aparecían los chicos, chicas, profesores y profesoras junto al equipo de actores y entre ellos nuestra orgullosa sirena con su pecho al aire. A veces, en este plano conjunto, en función de la adscripción del centro y el tutor o tutora que les acompañaba, podía aparecer además de todo lo anteriormente señalado alguna sotana o alzacuellos.

Cuento todo esto para intentar orientar sobre el tipo de espacio televisivo y formato del programa que había diseñado, con el fin de contextualizar la anécdota que cuento a continuación, que hasta el momento sólo conocíamos un grupo muy reducido de personas y que ha estado prácticamente en el anonimato hasta el día de hoy.

Antes de comenzar la producción del programa hicimos una convocatoria abierta con la intención de seleccionar guionista. Esto era muy habitual en el principio de la TVG. Algunos intentábamos crear oportunidades y buscar talento extramuros, por lo que recurríamos a este tipo de convocatorias.

A la llamada se apuntaron una cantidad considerable de personas por lo que decidimos hacer una prueba escrita que constaba de dos partes: una de conocimientos sobre la industria de la música popular y otra de redacción libre con el fin de tantear la chispa y habilidades de las personas candidatas.

Todo ello se realizó una mañana en el plató 300, sobre las gradas del magacín de tarde Arestora que en aquel momento presentaban Fidel Fernan y María José Rodríguez, que pilotaba un concurso dentro del espacio junto a una especie de gusano antropomorfo enorme llamado Pupo. Dentro del armazón de aquel muñeco, que hacía mil y una filigranas por todo el set, se encargaron de darle vida primero Avelino González y después Mari Luz Tellería, la madre de Héctor nuestro contrabajista de los DETERIORADOS.

El caso es que, cuando los candidatos a guionista estaban realizando la prueba escrita en las gradas de público del citado set, observamos que entre ellos había dos personas de mayor edad. Ya fijándonos más él nos pareció una cara conocida. Cambiamos impresiones varios miembros del equipo y constatamos que sí, era él. Andrés do Barro estaba en aquella grada luchando contra el folio de la prueba para guionista.

Quedamos petrificados. Unas personas se habían encargado previamente de situar a los participantes en las gradas. Andrés, llegó de riguroso incógnito acompañado de una mujer. No se presentó previamente y los encargados de la acomodación de los participantes no se percataron de su identidad.

Cuando finalizó la prueba nos acercamos a él y a su acompañante, les saludamos cariñosamente y comenzamos a mostrar nuestra extrañeza de que, un creador e intérprete de tal categoría, además de un icono de nuestra música que había demostrado su talento a través de canciones tan importantes y perdurables, se tuviera que ver en la tesitura de competir con un grupo de personas que trataban de comenzar su vida profesional en la televisión.

Pensamos lógicamente que el lugar de Andrés en ese programa tendría que estar sobre el escenario con su creatividad y no detrás. Mucho menos teniendo que verse en el trance de pasar una prueba diseñada para gente que deseaba iniciarse como guionista de un magacine-concurso para la neonata televisión.

Después de conversar un rato con el y su acompañante en una esquina del plató, nos despedimos con la impotencia que conlleva una situación tan difícil. Los miembros del equipo que asistimos al encuentro, quedamos con el corazón partido e impotentes ante una situación tan insólita y desgarradora. Nos preguntamos, ¿cómo una persona con tanto talento, que con sus canciones hoy versionadas por todo tipo formaciones y que llegó a aportar, a la industria musical española, una forma dignísima de hacer pop en gallego, pudiera quedar abandonada a su suerte y de aquella manera tan poco considerada al final de su carrera y periplo vital?

Esto sucedió en el año 88. A Andrés en aquel momento ya se le veía realmente desgastado por aquella enfermedad que acabaría con él apenas un año después.

Todo esto me vino a la cabeza cuando estaba poniendo en orden antiguos papeles en casa y encontré varios documentos de mi época en televisión. Entre ellos apareció una lista con los nombres de los participantes en aquella prueba de guionistas para “A toda máquina”. Uno de ellos era Andrés do Barro.

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