En ese impagable libro que Eliseo Alonso publicó en 1967, “Bajo Miño y Costa Sur”, auténtica enciclopedia etnográfica de la zona en cuestión, se da cuenta de la tradición salmonera del río Miño en su tramo internacional, de la desembocadura en A Guarda hasta prácticamente el embalse ourensano de Frieira. El autor goianés, atento observador de las gentes, costumbres y artes de pesca en este mundo fluvial, deja constancia de la aún entonces habitual presencia del rey de los ríos atlánticos. Presencia que la sobreexplotación del recurso y otros factores han reducido hoy a unos casi simbólicos ejemplares.

Recuerda Eliseo que “o percebe e o salmón, en maio están en sazón” y será por ello que se ha celebrado como un hecho admirable, aunque insólito, la reciente captura de un ejemplar de 5 kilos por un afortunado pescador tomiñés. Nada que ver, claro, con aquellos otros de 15, 18 y más de 20 kilos que al parecer no eran excepcionales en el petrucial Miño de hace cincuenta años.

Los datos oficiales de la última campaña 2019-2020, facilitados por la Comandancia Naval de Tui y las autoridades portuguesas, dan cuenta de un balance anual positivo y destacan la singular captura de un ejemplar de 13 kilos en la ribera portuguesa, quién sabe si producto todo ello de las repoblaciones acometidas.

A lo largo del tiempo y en la debida compañía que la experiencia gastronómica recomienda -la soledad en la mesa tiene siempre un regusto agrio y urgente- hemos podido disfrutar de las especies que frecuentan este tramo del río influenciado por las mareas: algunas lampreas y angulas, las anguilas, el reo y el sábalo, así como un único y memorable salmón, ya no recuerdo si del Miño, Lérez o Ulla, nuestros ríos salmoneros históricos junto al Tambre y el Eo.

Los ríos, que han sido cantados en cualquier lugar y tiempo por los poetas, han sido nuestras vergonzantes cloacas hasta hace bien poco tiempo. Una nueva sensibilidad ambiental se va abriendo paso y será oportuno volver la vista a nuestros cursos fluviales, de caudales y solemnidad muy bien avenidas con las dimensiones del país y la idiosincrasia de sus gentes. A la memoria de Eliseo Alonso, en el idílico Tamuxe final o junto a San Telmo en Tui, aguardamos por los salmones remontadores del río, en “su brillante armadura de plata”.