Opinión | 360 grados

El rebaño abandona a sus pastores

Los fieles católicos alemanes abandonan en masa una Iglesia considerada machista sin que sus pastores, también cada vez menos, estén en condiciones de evitar la huida.

Cada vez son menos en efecto los ordenados sacerdotes en este país: 67, en total el año pasado frente a 154 hace veinte años y 295 treinta años antes, según fuentes de la propia Iglesia.

Ello está obligando a los obispados a reunir parroquias para atender a un número de fieles cada vez menor: solo en 2019 se dieron de baja 272.771 católicos y esa tendencia continúa.

Hace dos años, 22, 6 millones de alemanes estaban registrados oficialmente como tales, unos dos millones menos que diez años antes.

Puede ser que haya quien abandona la Iglesia para no seguir pagando el impuesto eclesiástico –un 8 o un 9 por ciento, según los “länder”, del impuesto sobre la renta– pero lo mayoría lo hace por desencanto.

Decepción por lo que perciben como cerrazón total de una jerarquía que parece no entender y permanece ciega ante la evolución de la sociedad.

El semanario ‘Der Spiegel’ encargó un sondeo por internet entre mil católicos a los que se preguntó por la confianza que les merecía la Iglesia.

Algo más de un 56 por ciento de los encuestados respondió que “cada vez menos” o “nada” frente a un 30 por ciento de la opinión contraria.

Preguntados por el papel que juegan en sus vidas las instituciones de la Iglesia católica, un 52 por ciento contestó que mínima mientras que un 95,6 por ciento de los que han abandonado ya la Iglesia dijo que ninguna.

Los católicos habían depositado en principio muchas esperanzas en el papa argentino, considerado como mucho más progresista en cuestiones sociales

Al alejamiento en los últimos años de cientos de miles de la Iglesia han contribuido sin duda los abusos sexuales de los que fueron víctimas de manos de sacerdotes entre 1946 y 2014 cerca de 3.700 menores en el país, y sobre los que no se ha hecho toda la claridad deseable.

Pero también han influido otros factores como la cerrazón de la Iglesia a la ordenación de mujeres o su insistencia en mantener tanto el celibato como el voto de castidad pese a las evidencias de que numerosos sacerdotes los incumplen.

Los católicos habían depositado en principio muchas esperanzas en el papa argentino, considerado como mucho más progresista en cuestiones sociales que sus dos predecesores, pero esas esperanzas se han visto defraudadas.

Así en su exhortación post-sinodal “Querida Amazonia”, junto a un claro planteamiento social y ecológico en defensa de los pobres y en contra de la devastación de las selvas vírgenes, el papa Francisco vuelve a rechazar lo que el Vaticano llama “clericalización” de las mujeres.

Bergoglio reconoce que en la Amazonia algunas comunidades se han mantenido “gracias a la presencia de mujeres fuertes y generosas”, pero sólo admite que surjan nuevos servicios femeninos, que, con el reconocimiento público de los obispos, incidan en las decisiones de las comunidades. De ordenaciones, nada.

Mientras tanto, muchas mujeres se organizan y reclaman mayor democracia en el seno de la Iglesia, la no discriminación de las de su sexo, pero también de homosexuales y lesbianas, así como de las personas divorciadas.

Uno de esos grupos, autodenominado “Maria 2.0” ha clavado las tesis rupturistas que defiende en las puertas de algunas iglesias alemanas como hizo en su día el monje agustino Martín Lutero con sus noventa y cinco tesis en la iglesia de Wittenberg.

Y ese movimiento no se limita a Alemania, sino que la rebelión se extiende por otros países y continentes en forma de red, el llamado “Consejo de Mujeres Católicas”, que dice no necesitar la aprobación de los obispos para sus reivindicaciones feministas.

Mientras tanto, el Vaticano se aferra a sus viejos dogmas, que algunos justifican por el carácter universal de la Iglesia, que ha de preocuparse también de los millones de fieles de otros continentes como el africano, mucho más conservadores y a quienes les quedan muy lejanos tales debates.

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