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Xoán Xosé Sánchez Vicente

Eutrapelia y jocundia

Unas risas con los políticos

Que no todo van a ser angustias. También tenemos derecho a reírnos con ellos y de ellos. Así que se lo agradecemos.

Ahí tienen ustedes a María Rey, periodista de Telemadrid, que proclamó que el 2 de mayo fue “un levantamiento contra las tropas franquistas”. Y es que eso de la memoria histórica de aquella manera cursa ya como una auténtica pandemia. Pueden ustedes, por ejemplo, encontrar en las redes sociales afirmaciones como esta: “En el franquismo, si andabas en minifalda te metían en la cárcel”. U otras de ese jaez.

¿Ignorancia? ¿Adoctrinamiento? No solo. Para muchos, sentirse en el bando de las milicias celestiales, para otros, además de ello, negocio, una manera de progresar. Pero, en todo caso, hay que estar en el bando de los buenos. He ahí a Pepu Hernández, antaño baloncestista notable, hoy portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid. Le preguntan por qué el PSOE está en contra de darle la medalla de Madrid al notable escritor Andrés Trapiello. Responde que por “revisionista”. Y preguntado que por qué es revisionista responde que no lo sabe, pero que lo dicen los suyos. Sabiduría y justicia.

Dos breves notas. Una, ¿quién es un “revisionista”? El que pone en duda en parte o en todo la doctrina sagrada de una Iglesia. ¿Y cuál es esa doctrina sacra en este caso? Que en la República toda la razón, el bien y la perfección estaban de un lado, sin tacha alguna, y lo era la misma República en sí; en el otro, solo el mal y los males. Cualquier matiz, el apuntamiento de un hecho, lo convierten a uno en un “ex illis”, en un ser nefando. Segunda, y eso lo conoce a la perfección el portavoz: lo único que conviene saber sobre el mundo es dónde tiene uno que estar y a qué negocio y discurso atenerse.

Pero no se pongan serios aunque rían. Vamos a cosas menos trascendentes. Miguel Nussbaum, un sabio internacional de la pedagogía: “Estamos formando cuervos; proporcionando a los alumnos mucha información y procesos, y cuando salen no son capaces de decir para qué les sirvieron 17 años de estudios”. ¿Qué significa esa metáfora, “cuervos”? ¿Cuál es su concreto significado? ¿Alguien lo sabe? Bien, pero evitemos formar cuervos.

O doña Begoña Gómez, esposa de Pérez-Castejón, don Pedro. Es codirectora de la Cátedra de Transformación Social Competitiva de la Universidad Complutense de Madrid, sin duda por méritos propios. Participa en el Foro Global para la Ciudadanía Global y propone un objetivo: restaurantes sostenibles. Les transcribo una líneas de su alocución, porque quiero que obtengan la misma fruición de que yo he gozado con su lectura: “El restaurante puede apoyarse en dos puntos: en el eje ecológico porque recicla, usa energías limpias, usa productos ecológicos y en el objetivo de la educación: puede enseñar a la gente a comer bien. Esta es una perspectiva que cambia totalmente el restaurante. Tú puedes decir: ‘¿Qué hace tu restaurante?, ¿dar comida o generar educación? Educo en comida sana a mis clientes a través de productos ecológicos de proximidad’. Esta frase es completamente diferente a simplemente doy comidas. La narrativa es completamente diferente”. Pues ya saben. A disfrutar de los gozos intelectuales de la Universidad y la modernidad.

Pero no todo va a ser de fuera. También tenemos fenómenos que hacen todo lo posible para proporcionarnos eso que alguien ha troquelado como un “remedio infalible”, la risa. Por un poner. El partido político Vox. Sostienen que no puede aceptarse que la mayoría de parlamentarios en una Junta General “determine algo que afectará a toda la ciudadanía”. “Al final 27 diputados quieren decidir el futuro de un millón de habitantes”.

Es decir, que el portavoz de Vox desprecia la normativa constitucional y los procedimientos de reforma estatutaria, lo cual no tiene demasiada importancia. Aceptémoslo. Pero es que también niega la democracia representativa. Si los elegidos por los ciudadanos no pueden legislar, ¿para qué están? ¿Hay que acudir acaso al asamblearismo de los ciudadanos libres de las polis griegas? Y, sobre todo, ¿por qué cuando él vota cree que su voto representa algo más que a él mismo? Si es así como él dice, ¿no debería preguntar a cada uno de los ciudadanos cada vez que va a pulsar el botón del voto? Y, en ese caso, ¿merece la pena sentarse en un escaño para no representar –no formalmente, que sí, sino sustancialmente, según su discurso– a nadie?

Seguramente es que, en el fondo, como la ciudadana Mercedes González, reciente Delegada del Gobierno en Madrid, el voxiano portavoz es partidario de no confundir libertad con libertinaje.

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