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Eso de cambiarle el nombre a las calles debe formar parte del alma profunda de cualquier alcalde porque, de lo contrario, no se entiende que tantos de ellos coincidan en esa especie de suerte taurina propia del toreo bufo. Sobre todo cuando quienes proceden al cambio de nombre explican por qué, habida cuenta de que no haría ninguna falta, ni al bautizar la calle ni al sustituir las placas. La última casa de Palma en la que viví estaba situada en la calle de Sor Francesca Verònica Bassa y ni siquiera buscando en Google pude averiguar jamás quién era la religiosa y por qué razón le había caído su nombre a una calle de la Bonanova. Tampoco ningún concejal ni teniente de alcalde de los muchos a los que les pregunté hasta que me cansé de hacerlo supo decirme nada, ni de la monja ni de la elección.

Mejor así porque cuando a los equipos municipales les da por brindar motivos terminamos por salir en las noticias. Ha sucedido, al decidir el consistorio de Palma quitar a los almirantes Churruca, Gravina y Cervera del callejero por su conexión con la dictadura franquista y a la ciudad de Toledo por la misma razón. Ante la avalancha de críticas recibidas, el alcalde se ha permitido aclarar que en realidad no pensaban que los héroes de Trafalgar y Cuba fuesen franquistas, pero que los destructores que llevaban sus nombres sí lo eran. Poco han tardado los historiadores en tirarle de nuevo de las orejas recordando que se trata de barcos de la flota de la II República, no de los insurrectos que dieron el golpe de Estado. Es lo malo de dar excusas en vez de reconocer el error sin más.

"Ahora que hasta la historia sirve de arma arrojadiza, no pasa nada si alguien va y sostiene que Cristóbal Colón nació en Reus, pongo por caso"

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En cualquier caso, al anunciar el cambio de nombres el alcalde salió ante los periodistas para presumir de que, de tal suerte, el ayuntamiento de Ciutat cumplía con lo establecido en la Ley de Memoria Histórica. Me imagino que tal ley se presentó, aprobó y publicó así, todo con mayúsculas, pero confieso que no me la he leído, por lo que soy incapaz de saber si en alguno de sus artículos dice que para aplicarla hay que saber antes un poco de historia o, al menos, conservar memoria de lo que se enseña en los libros. O se enseñaba porque, ahora que hasta la historia sirve de arma arrojadiza, no pasa nada si alguien va y sostiene que Cristóbal Colón nació en Reus, pongo por caso. Al fin y al cabo Batman es de Gotham y todos entendemos que en realidad estamos hablando de Nueva York.

Pero a lo que íbamos. Por la misma regla de tres con la que a Toledo le quitamos la calle, en la capital de Castilla-La Mancha podrían borrarle el nombre a una que evocase a Ciutat por lo malo que es para la salud el aceite de palma. Porque Toledo cuenta con referencias históricas que se remontan, como poco, a los visigodos y la de Franco no pasa de ser el resultado de la autopropaganda que tanto le gustaba al dictador. Me parece una idea como poco arriesgada eso de seguirle la corriente.

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